Es bien sabido que el conjunto de sicuris del barrio Mañazo de Puno, fundado oficialmente en el año de 1892, es la agrupación más antigua entre las que rinden devoto homenaje con sus bailes a la Virgen de la Candelaria cada 2 de febrero. El barrio, que se ubica detrás de la Catedral –hacia el suroeste, entre el cerrito Huajsapata y el cerro Orkapata–, se extiende por la empinada cuesta que bordea la ciudad, hasta alcanzar la altiplanicie por encima de los 4,000 metros de altitud. Al norte del barrio continúan los barrios de Huajsapata y, en la pendiente, los de Paxa y Azoguine. Sobre la antigua pampa que bajaba hasta orillas de la bahía de Puno, cuyas orillas se encuentran a 3,810 metros de altitud, es que se ha extendido la ciudad en el último medio siglo, hasta ocupar el área en su totalidad.
Pero el topónimo Mañazo no solo se refiere a este tradicional barrio puneño. También es el nombre de un distrito ubicado al oeste de la ciudad, uno de los quince distritos de la provincia del Cercado de Puno. En la época colonial, la parroquia de Mañazo y su anexo, el santuario de Vilque, formaban parte del corregimiento de Lampa (1). Tras la independencia, el surgimiento de la famosa “Feria de Vilque” relegó al pueblo de Mañazo a un segundo plano (2). Cuando en 1854 se reorganizó la división provincial del Departamento de Puno, se creó la nueva provincia del Cercado y se incluyó en ella el distrito de Vilque, sin mencionarse ya la antigua sede parroquial (3). Casi un siglo después, en 1952, se propuso que la entonces vice-parroquia de Mañazo se convirtiese en un distrito propio, incluyendo las ‘parcialidades’ de Ccahualla, Chaupiayllo, Caricari, Kemilluni (Quemilluni) y Tolapalca (4). En enero de 1953 se oficializó la decisión (5).
¿Cuál es, entonces, la relación entre el pueblo de Mañazo y el barrio puneño de Mañazo? El conocido escritor y periodista Christian Reynoso, quien además es miembro del conjunto de sicuris mañaceño, resumió lo que se sabe al respecto: “Mañazo es también el barrio más antiguo de Puno. El lugar donde se asentaron los carniceros y matarifes venidos del antiguo pueblo de Mañazo, al noroeste de lo que hoy es Puno, en el siglo XVII. El barrio se ubica en las alturas de la ciudad, sobre la avenida Circunvalación, detrás del cerrito Huajsapata, distante a pocas cuadras de la plaza de Armas” (6). ¿De dónde proviene esta información? Combina datos proporcionados por dos conocidos autores puneños, Emilio Romero (1928) e Ignacio Frisancho (1996).
Romero, escribiendo originalmente en 1925, comentó: “Entre los indios cuya manera de vestir llama la atención, es oportuno citar a los ‘mañazos’, con cuyo nombre se conoce en Puno a un gremio de matarifes, que viven en la proximidad de la ciudad en una barriada antigua e indígena, que fué reducción de indios seguramente. La influencia de la vida urbana ha sido benéfica para ellos. Casi todos los mañazos hablan castellano, visten con corrección, tienen higiene y poseen medios de subsistencia y a veces fortuna. Son indios de la ciudad, de aspecto noble, y aunque hablan keshua, tienen mucho de parecido con los aimaras” (7). Debe resaltarse aquí la hipótesis de que el barrio Mañazo de Puno haya sido originalmente una “reducción de indios”, en referencia a las “reducciones toledanas” o pueblos nuevos establecidos por los colonizadores españoles en los Andes en la década de 1570.
Quien desarrolló esta idea fue Ignacio Frisancho. Él propuso que, antes de la fundación de la villa de San Carlos de Puno en 1668 por el virrey Lemos, ya habría existido un asentamiento “Mañazo” en la ubicación del barrio actual (8). Sin embargo, la idea debe descartarse, pues la “reducción” establecida en la bahía de Puno en 1573 fue el pueblo de San Juan Bautista de Puno, cuya plaza central corresponde ahora al parque Pino, y cuyo templo parroquial conserva hoy la imagen de la Virgen de la Candelaria (9). Este núcleo urbano inicial se edificó sobre terreno plano, y el barrio Mañazo se ubica, como se mencionó antes, en la empinada cuesta que bordea la ciudad. La mayoría de las “reducciones toledanas” del Altiplano fueron establecidas en zonas planas. Las aparentes excepciones, como los pueblos de Chucuito, Juli y Pomata en la provincia chucuiteña, corresponden a asentamientos coloniales edificados directamente sobre ‘tambos’ incaicos (10).
En el número anterior de ‘Altiplanía’ hicimos referencia a una ‘visita’ (inspección fiscal) del año 1778, en la que se registraron los cinco ‘aillos’ (comunidades indígenas), trece ‘tanteos’ (asientos mineros) y dos ‘ingenios’ (centros de procesamiento de minerales) de la jurisdicción del pueblo de Puno, en la que no aparecen mencionados los “mañazos” (11). Sin embargo, en 1781, durante la Gran Rebelión tupamarista, sí se menciona a los “mañazos” en la defensa de la villa puneña contra los rebeldes (12). ¿Cómo entender esta discrepancia? La información de 1778 registra 654 ‘tributarios’ (indios varones adultos entre 18 y 50 años de edad), incluyendo a 57 (8.7%) “originarios aimaraes” (con tierras, que pagaban más tributo) y a 597 (91.3%) “uros” y “forasteros” (dos grupos de tributarios sin tierras de cultivo). Entre estos últimos aparecen 28 (4.3%) “oficiales de la Villa”, es decir artesanos residentes en Puno. ¿Serían estos los “mañazos” dedicados a labores de carniceros y matarifes? De ser así, ¿vivían dentro de la villa, o ya en el barrio que hoy ocupan? Tratemos de responder estas preguntas.
Casi un siglo después de la revisita de 1778, el Estado peruano llevó a cabo el segundo censo nacional de población del país, en el año de 1876. Según los resúmenes publicados, la ciudad de Puno tenía entonces 2,729 habitantes: 1,272 hombres (46.6%) y 1,457 mujeres (53.4%). En su distrito se ubicaban 34 localidades: la ciudad, un pueblo (Icho), 16 caseríos y 16 haciendas (incluyendo bajo esta terminología los asientos mineros). De los caseríos, el más poblado era “Mañaso”, con 396 habitantes: 186 hombres (46.97%) y 210 mujeres (53.03%), unas 70 a 80 familias aproximadamente (13). Esto indicaría que el caserío (¿ya barrio?) Mañazo era entonces un sector diferente, fuera de la ciudad, pese a su cercanía a la Catedral.
Al año siguiente del censo se publicó el ‘Diccionario geográfico’ de Paz-Soldán, donde se dice que: “La ciudad de Puno es bastante bonita aunque pequeña. Está á orillas del Titicaca. Las calles se cortan en ángulos rectos y están empedradas con guijarros redondos de las orillas del lago. […] Su poblacion… la mayor parte es indígena compuesta sobre todo de Aymaraes y una parte de Quechuas. En sus inmediaciones se encuentra el cerro de ‘Huansapata’ del que se cuentan mil fábulas”. No se menciona ningún barrio o caserío, y de la localidad de Mañazo se dice apenas que es una aldea del distrito de Vilque (14).
No parecen haber más datos publicados del siglo XIX que nos ayuden a establecer los orígenes del barrio puneño. ¿Qué sabemos, entonces, del origen mismo del topónimo “Mañazo” (15), y de la palabra “mañazo”? En 1612 el jesuita Ludovico Bertonio registró en el primer diccionario de la lengua aimara ambos términos: “Mañasu: Pueblo assi llamado en el Collao” y “Mañasu: Carnicero, por que lo son los de aquel pueblo que compran ganado para vender en la carniceria” (16). Parecería que estamos ante una información etnolingüística temprana, que apunta a un grupo de población aimara con una especialización laboral específica. Sin embargo, hay dos puntos que aclarar antes de seguir. Dado que hoy en el pueblo de Mañazo se habla quechua y no aimara, ¿cuál era la realidad lingüística en los siglos XVI y XVII? Por otro lado, ¿qué información etnohistórica tenemos sobre Mañazo y Puno en esos siglos XVI y XVII?
Por informes relacionados al envío de trabajadores a Potosí en época del virrey Toledo, sabemos que tanto Mañazo como Puno eran sub-grupos (‘repartimientos’) que formaban parte del sector (‘parcialidad’) ‘Urco-suyo’ del grupo étnico colla (17). En el siglo XVI los collas hablaban la lengua aimara, como lo indicó con meridiana claridad en 1596 el citado jesuita Bertonio: “ay muchas naciones de yndios Aymaraes como son Canchis, Canas, Collas, Collaguas, Lupacas, Pacases, Carangas, Charcas y otros […] que vno que saue bien vna lengua de vna provincia, facilmente entendera la de otra de la misma nacion” (18). Adviértase que aquí el término “nación” equivale primero a “grupo étnico”, entendido como una sociedad o grupo humano con características culturales comunes y diferenciadoras frente a otros grupos, y luego a “comunidad lingüística” en su sentido amplio de idioma con variantes dialectales (19). Por tanto, la división lingüística que hoy existe en la Región Puno –entre zonas quechua (al norte) y aimara (al sur y en Huancané)– no es prehispánica y se origina en la época colonial, durante los siglos XVII y XVIII (20).
Por otro lado, la información sobre el tributo que debían pagar los pobladores de Mañazo y Puno, establecido por los visitadores toledanos en la década de 1570, muestra que ambos ‘repartimientos’ (sub-grupos) incluían a una significativa minoría de población “uro”: poco más de un tercio (36.2%) en Mañazo y casi dos quintas partes (38.7%) en Puno (21). Los “uros” pagaban tributo en pescado y no tenían acceso a tierras ni ganados. Siete décadas después, documentación del año 1645 apunta a que la relación entre los pueblos de Puno y Mañazo era, precisamente, debida a la presencia de “uros” de Mañazo en Puno. El cura Jhoan Flores, párroco del pueblo de Santiago de Mañazo, registró siete ‘aillos’: Caualla, Sapana, Checa, Puma Camani, Machacmarca, Callancache y Caicari; los tres últimos eran uros (22). Y Juan de Valdés, párroco de San Juan de Puno, mencionó ocho ‘aillos’: Pacssa, Simi, Guaraya, Hilaui, Checa, Chimo, Callancache y Guaje. Los tres últimos eran uros, y los dos últimos “uros mitimaes de Mañazo” (23). Como se aprecia, dos ‘aillos’ en ambos pueblos comparten el mismo nombre (Checa, Callancache), y dos ‘aillos’ en Puno son descritos específicamente como “uros mitimaes de Mañazo” (Callancache, Guaje).
A modo de conclusión, podemos afirmar ahora que la relación especial entre los pueblos de Puno y Mañazo está documentada a través de la presencia de “uros” (pescadores) desde mediados del siglos XVII. Habría entonces que relativizar la idea de que “los mañazos” son siempre carniceros vinculados a la compra-venta y beneficio del ganado. Finalmente, la existencia del caserío (luego barrio) de Mañazo en Puno está documentada para mediados del siglo XIX. Más detalles sobre estas vinculaciones cuatricentenarias requerirán de mayores investigaciones de archivo.
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Notas:
1. Cosme Bueno [1711-1798], “Descripción de las provincias pertenecientes al Obispado del Cuzco” (1768), pp.83-106, en: Manuel de Odriozola, ed., Documentos Literarios del Perú (Lima: Imprenta del Estado, 1873), tomo III, p.105.
2. Jaime Urrutia Cerruti, “La feria de Vilque: entre mulas, lanas y timba”. Historia y Cultura (Lima), no. 30, 2019, pp.135-162.
3. Decreto de Ramon Castilla, presidente provisorio, Cuzco, 2 mayo 1854, en: Justino M. Tarazona S., Demarcación política del Perú: Recopilación de leyes y decretos (1821-1967) (2da ed. Lima, 1968, 2 vols.), tomo II, pp.599-600.
4. Propuesta aprobada en sesión del 17 dic. 1952, en: Diario de los debates de la Cámara de Diputados: 1ª Legislatura Extraordinaria de 1952 (Lima: Imprenta Torres Aguirre, 1952), pp.45-48.
5. Ley No. 11980, emitida por el Congreso (22 ene. 1953), promulgada por el presidente Odría (30 ene. 1953), en: Tarazona, Demarcación política del Perú (1968), tomo II, p.604.
6. Christian Reynoso Torres, “Los sonidos del ejecutante: Una reflexión sobre el sicuri de Mañazo y la identidad puneña”, Revista Mañazo (Puno), no. 2, 2108, pp.8-11; cita en p.10.
7. Emilio Romero [1899-1993], Monografía del departamento de Puno [ms.1925] (Lima: Imp. Torres Aguirre, 1928), p.202.
8. Ignacio Frisancho Pineda [1918-2005], De aldea a ciudad: Trayectoria histórica de Puno, 1668-1995 (Lima: Ediciones Asociación Cultural Brisas del Titicaca, 1996), pp. 43, 145, 202.
9. Ramón Gutiérrez, et al., Arquitectura del altiplano peruano [1978] (2da ed. Buenos Aires: Libros de Hispanoamérica, 1986), pp.148-158.
10. John Hyslop [1945-1993], Asentamientos planificados Inka [1990] (Lima: Petroperú, 2016).
11. Nicanor Domínguez Faura, “La villa de Puno en el siglo XVIII”, Altiplanía (Lima), no. 8, nov. 2023; en base a AGNA (Buenos Aires), S9-822 8, “Retasa del Pueblo de San Carlos de Puno”, fol. 2r-3v.
12. Joaquín de Orellana [ca.1749-1795], “Relación” (Cuzco, 17 jul. 1781), pp.167-205, en: Manuel de Odriozola, ed., Documentos Históricos del Perú (Lima: Tipografía de Aurelio Alfaro, 1863), tomo I, pp. 179-180, 190, 199.
13. Manuel A. Fuentes [1820-1889], Resumen del Censo General de habitantes del Perú hecho en 1876 (Lima: Imp. del Estado, 1878), pp.80-81.
14. Mariano Felipe Paz Soldán [1821-1886], Diccionario Geográfico Estadístico del Perú (Lima: Imp. del Estado, 1877), pp.565 (“Mañaso”), 803 (Puno).
15. La forma oficial actual del nombre es “Mañazo”, pero en la documentación, tanto publicada como inédita, aparecen las variantes “Mañaço”, “Manaço”, “Manaco”, “Mañasso”, “Mañaso”, “Manazo”, “Manaso”, “Manoso” e inclusive “Mañoso”.
16. Ludovico Bertonio, S.J. [1557-1625], Vocabulario de la lengua aymara [1612], ed. facsímil (Cochabamba: CERES, IFEA, 1984), 2da parte, p.216; además: “Carnicero. aychacamana : Mañasu” (1ra parte, p.119); pero no registra el término “matarife” (ver 1ra parte, p.310).
17. Luis Capoche, “Relación General de la Villa Imperial de Potosí” [ms.1585], ed. de Lewis Hanke, en: Relaciones histórico-literarias de la América meridional (Madrid: Atlas, 1959), p.136 (sobre los collas); Thérèse Bouysse-Cassagne, La identidad aimara: aproximación histórica (Siglo XV, siglo XVI) (La Paz: Hisbol, IFEA, 1987), cap. IV, pp.205-256.
18. Ludovico Bertonio, S.J. [1557-1625], Arte y grammatica muy copiosa de la lengua aymara (Roma: por Luis Zannetti, 1603), “Al Lector” (firmado en Juli, 3 de noviembre de 1596), pp.10-18.
19. Rodolfo Cerrón-Palomino, Lingüística aimara (Cuzco: CBC, 2000).
20. Pueblos como Huancané, Moho y Conima, que eran collas de ‘Uma-suyo’, han mantenido el uso del aimara hasta la actualidad.
21. Noble David Cook, ed. Tasa de la Visita General de Francisco de Toledo [ms.1582] (Lima: SHRA-UNMSM, 1975), pp.54-55 (Puno), 97-98 (“Manoso y sus sugetos”).
22. AGNA (Buenos Aires), S9-1772 6, Visita del corregimiento de Cavana y Cavanilla (1645), Mañazo (5 ago. 1645), 4 fs.
23. AGNA (Buenos Aires), S9-1488 7, Visita del corregimiento de Paucarcolla (1645), Puno e Ycho (31 ago. 1645), 4 fs.