El año 2000 se realizó la histórica marcha de los cuatro suyos, evento que señalaría el fin del régimen de Alberto Fujimori, al año siguiente el 2001 sucede la Marcha del Qollasuyo, en razón que el presidente interino Valentín Paniagua había anunciado que el trazo de la “Transoceánica” no pasaría por Puno. En ambos casos la presencia de manifestantes puneños en Lima fue significativa, años después se repite este hecho, donde la solidaridad [1] de los puneños residentes en Lima, no es ajena, con algunas variantes que amerita recontarlo.
En Julio del año 2000, Alberto Fujimori asumía por tercera oportunidad la presidencia, luego de legislar una interpretación auténtica de la Constitución de 1993, postular y ser reelegido como presidente, tras una elecciones turbulentas en la que el candidato de oposición era un “cholo de acero”, quien había cerrado su campaña electoral en un amplio local de puneños, cuando nadie le daba espacio; estos hechos oficiales motivaron una reacción nacional contra dicho régimen, que permitió se organizara una llamada Marcha de los cuatro suyos hacia Lima, desde todas las regiones del país, reclamando por el fraude electoral contra Alejando Toledo[2] y contra la re-re-reelección fujimorista, es así que hacía fiestas patrias de ese año, Lima recibió a miles de miles de peruanos como manifestantes en las calles de Lima.
Desde Puno llegaron un gran número de pobladores que se sumaron a esta movilización nacional; los días 26, 27 y 28 de julio las calles de Lima se llenaron de manifestantes cuando Fujimori iba a sumir el mandato presidencial, movilización muy significativa que como colofón y hecho más resaltante, fue el incendio del Banco de la Nación, por orden de Vladimiro Montesinos, para acusar a los manifestantes. En esa ocasión la solidaridad humanitaria de los puneños en Lima se presentó de manera espontánea, los puneños fueron alojados en la calle, en domicilios, o en dos locales de las instituciones más importes de puneños en Lima, siendo apoyados también con alimentación, por esos días.
Al año siguiente esta actitud solidaria de los puneños en Lima, tuvo una respuesta muy significativa en el mismo Puno, cuando una delegación muy numerosa llega desde Lima a la Festividad de la Virgen de la Candelaria, primera ocasión en la que nos cupo conducir una delegación bien organizada por una de las instituciones de puneños en Lima más importantes, la que tuvo una aceptación significativa entre la comunidad de la ciudad de Puno; lo que hizo que se entablara desde entonces, una relación muy fraterna entre Puno y Lima en los posteriores años.[3]
Ese año 2001 se produce otra situación que motiva la presencia masiva de los puneños en las calles de Lima. Valentín Paniagua ejercía la presidencia interina del Perú, designado por el Congreso solo para convocar a nuevas elecciones, y gestionar las riendas del país con mayor democracia, sin embargo este hecho para Puno no fue tan aceptado, en razón que durante ese gobierno interino se anunciara que la Carretera Transoceánica –que luego sería denominada interoceánica- no pasaría por Puno, el único trazo anunciado seria el que se dirige de Madre de Dios a Nazca por lo que solo beneficiaba a la región Cusco, de donde era originario el presidente Paniagua, quien así lo había dispuesto.
Este hecho fue visto como una afrenta contundente contra los puneños, su largo sueño de contar con una carretera de penetración a la Selva se veía frustrado, a pesar de que el trazo original de esa tan ansiada carretera era hacia el puerto de Ilo en Moquegua y por supuesto pasaría por Puno, Paniagua deja el gobierno en julio del 2001 con esa decisión ya tomada y pronto a ejecutarse por parte de alguna constructora brasileña. Decisión que por supuesto no fue muy bien recibida en Puno.
En abril de ese año llegan a Lima más de 100 alcaldes puneños, acompañados de un sin número de dirigentes puneños, su inquietud a ser alcanzada en reuniones con el Poder Ejecutivo fue lograr que se rectifique la decisión del gobierno sobre dicha carretera y que Puno sea considerado en esta decisión y no seguir siendo olvidado como siempre. En aquella ocasión el respaldo de las instituciones puneñas en Lima fue muy solidaria, teniendo reuniones de trabajo muy masivas que coordinamos en un local de Brisas del Titicaca.
Sin embargo ese clamor del pueblo de Puno y sus autoridades municipales que llegara a Lima, no fue escuchado por el gobierno que salía, ni por el que entraba, el nuevo Presidente por el que Puno había votado masivamente, no tomaba en cuenta esta inquietud, ni en una declaración siquiera; por lo que hacía el mes de setiembre del 2001, se realiza desde Puno la que sería conocida como la Marcha del Qollasuyo, con la presencia en Lima de cientos de cientos de pobladores que durante varios días de días, exigían en trámites, marchas y reclamos, que el gobierno central se acuerde de Puno, en este caso que se anule el compromiso inicial de Presidente Paniagua con los inversionistas brasileños y que un nuevo trazo de la carretera interoceánica pasara por Puno, hecho que tiempo después fue tomado en cuenta cuando el proyecto de la concesionara IIRSA Sur considerara tres rutas en dicha carretera. Logro de esta movilización.
Lo que cabe de este artículo, es el papel que jugó la comunidad puneña en Lima ante esta nueva presencia masiva de sus coterráneos en la Capital en aquella ocasión, por cierto, numerosa, el apoyo fue de carácter humanitario y solidario, muy a pesar de que algunos consideraran que el apoyo y solidaridad tenía tintes políticos, aunque esa postura lindaba con la discriminación y el racismo. Por encima de esos conceptos y actitudes de algunos puneños en Lima, a esta masiva delegación no solo se les dio cobijo, sino se les dio alimentos de subsistencia por más de una semana, en que estuvieron en la Capital, y gracias a los aportes de muchos puneños, anónimos, empresarios, emprendedores, seres comunes que hacían llegar cajas, sacos, bolsas de diversos alimentos, materiales que sirvieron para prepararles en ollas comunes la alimentación diaria, gente de todo nivel económico o social se hizo presente; y esto que quede como para la historia: no falto la ocasión de que la esposa de un general del ejército, puneña por cierto, muy solidaria consiguió muchísimos colchones de algún cuartel para alojarlos en los dos locales donde se les hospedó (esta vez la Central Folclórica Puno y Brisas del Titicaca), sin considerar que ello fuera una acción política de dichas instituciones, sin no más bien una actitud humanitaria, que se vieron precisados en cumplir los puneños en Lima en afán de cumplir el designio de haber nacido en Puno, cuya cultura nos ha cultivado la solidaridad como modo de acción.
En verdad que esta actitud del puneño fuera de su lar siempre ha sido de manifiesto muy solidario. Esta actitud heredada de la cultura ancestral basada en el ayni y la solidaridad, ha permitido y permite que el puneño sea solidario, téngase en cuenta que esta actitud la llevan en la sangre, en la mente y en la actitud diaria y en el quehacer cotidiano; las consecuencias de esta forma de ser, son los grandes triunfos de los puneños han alcanzado a donde fueran lejos de Puno, el quechua o aymara que llega a las grandes ciudades, se sacrifica, trabaja duro, se apoya mutuamente y progresa, en el caso de Lima, hoy el puneño tiene una presencia muy significativa, no solo en el Folklore y la música, que es lo más conocido, sino principalmente en el comercio en general, los puneños dominan grandes emporios y zonas comerciales, logradas a fuerza de empeño y solidaridad mutua, manteniendo sus viejas costumbres y tradiciones ancestrales, sin importar que su origen sean de la ciudad o del campo, hoy dominan en grandes mercados, supermercados de variado destino, de confecciones, de abarrotes, son fabricantes de diversos productos, son grandes importadores y distribuidores; ahí están como muestra Gamarra, Av. Grau, Montevideo, Caquetá, los diversos Unicachis, ni que decir lo que sucede en los distritos de la periferia de Lima y en el Callao.
No hay que olvidar de cuando se inició la crisis sanitaria de la pandemia, la solidaridad con los puneños afectados fue muy significativa, más aún ante la necesidad de retornar a los lugares de su origen, luego de haber perdido el trabajo o cuando la situación se presentó entonces más crítica, la solidaridad puneña fue muy significativa para aliviar los males que se manifestaron.
Han pasado más de 20 años de las primeras presencias masivas de los puneños en Lima. Esta vez las movilizaciones se presentan en razón que aseveran que su deseo de alcanzar un mejor destino para su pueblo, expresado mediante el voto presidencial ha sido traicionado; es más, su presencia en Lima es demandar que el centralismo por fin tome en cuenta a esa región que hoy tiene el -1.80 de crecimiento demográfico, lo que quiere decir que cada vez hay menos habitantes en Puno, según el censo de 2017; por eso en esta ocasión como en el 2001 en que han visto defraudadas sus aspiraciones, la población puneñas del campo y la ciudad se ha hecho masivamente presente en estas movilización auto convocada desde todas las regiones del Perú, siendo la puneña la delegación más numerosa entre las demás, aunque sin poner la cantidad de personas hombres y mujeres en estas líneas; pero si es tan evidentemente significativa, que ha despertado entre los puneños en Lima la más amplia muestra de solidaridad y apoyo humanitario.
Aunque inicialmente la plaza Manco Cápac, fue el lugar a donde llegaban de distintas regiones, sin embargo frente a las dificultades presentadas con la autoridad policial, tuvieron que adoptar alternativas distintas, y esta vez las organizaciones de base, sean familiares, distritales o provinciales de puneños en Lima, han mostrado su gesto solidario, la acción se presentó con cada quien según su lugar de origen, o sus lazos familiares en la capital, situaciones que han permitido brindarles un lugar de cobijo, o una mano solidaria que bridara alimentos, muchas de estas acciones se han mantenido, de manera anónima, y sin interés de figurar, pero principalmente en afán cumplir ciertos niveles de seguridad que fueron tomados en cuenta, para no hacer saber dónde están alojados, ni donde se alimentan, ni que acciones están tomando, en afán de protegerse de posible represión.
De ahí que el ayni anónimo y solidario se presentó en esta ocasión de distinto modo, sea con apoyo directo, familiar, copoblano o comunitario, por parte de los grupos familiares de puneños en Lima con cierto poder económico, de los que hay muy significativos y numerosos, agrupaciones distritales o de comunidades que se sumaron solo por el concepto de ayudar, hasta instituciones de mayor convocatoria como el Club Departamental Puno, cuya sede se convirtió en un lugar muy prolijo de acopio y distribución de bienes, alimentos, medicinas, hasta la Asociación de residentes puneños en el Callao, o sus dirigentes que se encargaron de preparar alimentos, como también las asociaciones comerciales que cuentan con locales disponibles que dieron cobijo, personas en general que no permiten que su nombre o cargo, sea visible o conocido, en fin, el puneño una vez más se ha mostrado pasible de cumplir una de sus costumbres culturales ancestrales. El Ayni.
Por cierto, con algunas excepciones de quienes no suelen utilizar esta práctica por su posición política o social, por su heredado racismo natural, o porque no es de su origen cultivarlo, que motiva una pregunta sin respuesta. ¿La herencia del gamonalismo aún existe?
[1] El ayni para la cultura andina es como una muestra de colaboración solidaria heredada de nuestros ancestros, hoy una práctica que no es posible ser extirpada de la tradición puneña.
[2] Téngase en cuenta que Alejandro Toledo sería elegido al siguiente año, con el voto masivo de esos movimientos populares, voto que luego fue traicionado por Toledo, como Cholo de Harvard, mantuvo el sistema neoliberal en la conducción del Perú, y ofreció sus servicios a la corrupción recibiendo ingentes cantidades de dinero, motivo por el cual según parece, en los próximos días estará purgando condena.
[3] “Del Gran Cambio a la Consolidación” Bruno Medina Enríquez, Edic. Brisas del Titicaca, Lima 2002. Pág. 244