Hasta hace unos años se pensaba que lo que es ahora la ciudad de Puno no había sido un lugar importante hasta la llegada de los españoles, en todo caso que sólo se trataba de un tambo en la época de los incas. En este artículo presentamos diversos estudios que por el contrario revelan que el origen de la ciudad de Puno se remonta a más de 2,500 años antes de la invasión española y que fue un importante centro metalúrgico y religioso en la época Tiahuanaco y uno de los centros administrativos en el altiplano en la época incaica.
ALDEAS Y PUEBLOS QALUYO Y PUKARA EN LA BAHÍA DE PUNO
Las primeras poblaciones humanas habrían ingresado al altiplano entre unos 8,000 y 10,000 años antes de Cristo (a.C.), dedicándose a la caza, recolección, pastoreo y la vida errante. Recién alrededor del año 2000 a.C. comenzaron a establecerse en pequeñas aldeas a la orilla del lago (Stanish, 2003).
Hace unos 1,000 años a.C., cuando el nivel del lago estaba entre 20 y 30 metros por debajo del actual, los habitantes de la bahía de Puno empezaron a ser influenciados por la cultura Qaluyo, con la cual se inician las pequeñas aldeas, la cerámica y se realizan las primeras construcciones públicas con las plazas hundidas en cuyo centro -aunque no siempre- se colocaba con fines ceremoniales una “huanca” que era una piedra alargada de gran tamaño. La cultura Qaluyo se habría desarrollo aproximadamente entre el 1450 a.C. a 800 a.C. extendiéndose en todo el altiplano; habiendo introducido la agricultura en waru waru y la construcción de qochas y andenes.
En la ciudad de Puno y sus alrededores se han encontrado numerosos restos cerámicos del tipo Qaluyo en el Cerro Chincheros, Churichupa, Paucarcolla-Santa Bárbara, Incatunuhuiri y Huajje. Asimismo, canchas o plazas hundidas y monolitos en Cerro Chincheros, Incatunuhuiri y Paucarcolla-Santa Barbara (Schultze, 2008). Una “huanca” de la tradición Yaya-mama (papa-mama), que representa en la piedra un hombre en un lado y una mujer en el otro, fue encontrada en el centro de la ciudad. Puno fue en tiempos de los Qaluyo un centro regional importante en los alrededores del lago Titicaca (Stanish, 2003).
Coincidiendo con las últimas etapas de la cultura Qaluyo surge la cultura Pukara (800 a.C – 400 d.C.) con la cual aparecen la primera forma estatal en el altiplano, comprendiendo gran parte de los mismos asentamientos Qaluyo y proyectando sus formas culturales y tecnologías, aunque ahora para beneficio de las elites que se formaron. En la bahía de Puno los Pukara excavaron minas e instalaron talleres metalúrgicos con importantes innovaciones para la producción de plata. Asimismo, ampliaron la agricultura con “waru waru”, “cochas” y terrazas que se encuentra especialmente al norte de la actual ciudad de Puno. El “Monolito Puno”, encontrado en la Gran Unidad San Carlos es de factura Pukara (Schultze 2008).
ENCLAVE TIAHUANACO
A partir de los 600 o 700 años después de Cristo (d.C.) la cultura Tiahuanaco empezó su expansión más allá de su sede central, con lo cual instalaron colonias en diversos lugares, siendo la bahía de Puno su enclave más importante al que siguen Lukurmata, Moquegua y San Pedro de Atacama. Su ocupación tuvo una motivación evidentemente ritual, aunque lo ritual y lo económico formaban parte de una misma estrategia pues tanto las actividades rituales como las económicas (ricos recursos de plata y expertos plateros) se intensificaron simultáneamente (Hill, K. 2013).
De acuerdo con los estudios realizados (Stanish, 2003; Schulze, 2012) los sitios Tiahuanaco más importantes en la bahía de Puno fueron, entre otros:
Isla Esteves. En la isla los Tiahuanaco instalaron un adoratorio, edificaciones administrativas, residenciales y de defensa (Schulze, 2008) cuyos restos fueron explorados en 1976 por Mario Núñez y Rolando Paredes. El lugar fue diseñado siguiendo el modelo de los templos de la capital de Tiahuanaco, los cuales están rodeados por un “foso sagrado” imitando la isla primigenia de la cual surgió el mundo. La pirámide levantada en la isla haría pareja con la pirámide levantada en Huajje, ubicada al frente de la isla, reflejando así el dualismo Akapana – Pumapunku. La pirámide, de unas siete terrazas, se hizo imitando al cerro Pacocahoa, que se encuentra al otro lado de la bahía de Puno al sureste (Schultze, 2012).
Huajje. Es un promontorio grande, en forma de “U” larga; allí se han encontrado restos Pukara de 500 a.C. Tendría tres plataformas, cubriendo entre 4 y 6 hectáreas; allí se procesaba minerales de plata, también se ha encontrado restos de cerámica de alta calidad. Huajje es uno de los talleres de plata más antiguos en los Andes que se remontarían al primer siglo después de Cristo (Schultze 2008). Los restos encontrados demuestran que la reducción metalúrgica a temperaturas superiores a 1,000 °C era conocida y usada por los pueblos andinos en ese tiempo. Desde la época Pukara, el mineral con plata era extraído de las zonas altas como Cancharani y Laykakota.
Punanave. Se encuentra ubicado por encima de la ciudad, al pie del camino hacia Moquegua. Descubierto por Mario Núñez Mediguiri, el lugar está formando por una serie de terrazas domésticas sobre unas 12 o más hectáreas. Habría sido un sitio doméstico, con producción lítica especializada, con viviendas, aunque sin arquitectura de élite o ritual. Allí también se procesaban los minerales para la extracción de plata (Schultze, 2012).
Sitios Tiahuanaco en la actual ciudad de Puno se han ubicado también en el Colegio Nacional San Carlos de Puno, en el cerrito Huajjsapata y en Molloqo Mata cerca del lago. Existen también otros lugares de menor importancia. Otros sitios con presencia Tiahuanaco en Puno se ubican en Juliaca, la Isla Amantaní y Hatunqolla.
Cabe señalar que, durante la presencia de Tiahuanaco, en la bahía de Puno se elaboró un tipo de cerámica local “Huaña” que se encontró en gran cantidad en la Isla Esteves, reflejando la amplia participación de la población local en los ritos de la religión de los Tiahuanaco (Hill, K. 2013).
La presencia de los Tiahuanaco en la bahía de Puno terminó entre los 900 y 1,000 años d.C al decaer esa civilización por razones que no terminan de identificarse. Lo que se ha descartado es que fuera un colapso repentino, pues tomó hasta tres generaciones. En la última parte incidió la sequía que se produjo alrededor del 1,100 d.C., la que fue un factor adicional pero no la causa principal (Stanish, 2003).
DE ASENTAMIENTO COLLA A PUEBLO INCAICO
Alrededor del año 1,100 d.C. se produjo en el altiplano una gran sequía con lo cual decayó la agricultura a pesar del desarrollo que había logrado desde épocas anteriores. Esto más el colapso de Tiahuanaco dispersó a la población en el altiplano y la ganadería se convirtió en la principal actividad de los pueblos que buscando tierras más húmedas, se ubicaron en las partes más altas de las cuencas del altiplano.
Se formaron entonces una serie de reinos en el período que se conoce como “Altiplano”, el cual duró hasta alrededor del 1,450, en que fueron conquistados por los Incas. Este período fue muy difícil en el altiplano pues entre los años 1,245 y 1,310 d.C. ocurrió la “pequeña edad de hielo”. El clima se hizo más frio, con lluvias muy variables y sequías prolongadas, descendiendo el nivel del lago de 12 a 17 metros debajo de su nivel actual.
Todo esto causó inestabilidad y conflictos entre los reinos altiplánicos, especialmente entre los dos más importantes, los Lupaqas y Collas, por lo cual sus asentamientos se tuvieron que ubicar en las cumbres de los cerros, protegidos por construcciones defensivas conocidas como “pukaras”.
De acuerdo con estudios arqueológicos, los Collas no estuvieron tan unificados como se cree, sino que se organizaron en grupos locales aliados (Arkush, 2012). Desde la época de los cronistas se ha dicho que Hatuncolla o Atuncolla, cerca al lago Umayo, fue la capital del reino colla. Sin embargo, exploraciones allí no encontraron restos preincaicos significativos, por lo cual, la capital de los collas estaría por ser identificada, quizás cerca Sillustani o Ayaviri.
La bahía de Puno estuvo ubicada en el límite fronterizo de Collas y Lupaqas. Se han identificado allí hasta 40 sitios del período altiplano, con gran cantidad de restos de cerámica, esculturas, armas de piedra, terrazas, chullpas y otras sepulturas (Schultze, 2008). Restos Collas se encuentran, por ejemplo, en los Cerro Chincheros y Azoguini, en la base del cerro Pucará, en la isla Espinar, y en la Isla Esteves y en Huajje donde los Collas continuaron las actividades metalúrgicas. En esos tiempos confluían en la bahía de Puno gentes de habla quechua, aymara, uro y puquina.
De acuerdo con el análisis de Carbono 14, la presencia de los incas en el altiplano se consolidó entre los años 1450 y 1475 (Stanish, 2012), facilitada por los conflictos entre Collas y Lupacas, y la alianza de éstos últimos con los incas. Los incas consolidaron gran parte de los pueblos del altiplano puneño, cuya población no sólo creció por la mejora del clima, sino también por la gran cantidad de mitimaes traídos por los incas. Los pueblos más importantes en esa época fueron Hatun Colla en la parte Colla y Chucuito en la parte Lupaca, ambos con entre 50 a 80 hectáreas (Stanish, 2012). Acora, Juli y Paucarcolla tenían alrededor de unas 20 hectáreas cada una. Hatun Colla fue la primera capital del Collasuyo en tiempos de Tupac Inca Yupanqui, luego con Pachacutec traslado esa capital a Chucuito.
LOS INCAS EN LA BAHÍA DE PUNO
En la actual ciudad de Puno las construcciones modernas hacen difícil identificar la extensión que ocupó la ciudad en la época incaica, pero se encontraron muchos restos de cerámica y sitios que denotan la presencia de los incas, que se ubicaron en lugares anteriormente ocupados por los Tiahuanaco y Collas, como la Isla Esteves, y continuaron la explotación de las minas y talleres de fundición de plata, en lugares como Mina Negro Peque, Punanave y Huajje. Sin embargo, las actividades mineras incaicas más importante se realizaron en Porco (cerca a Potosí) y Carabaya.
Las terrazas que rodean a la ciudad de Puno, si bien pudieron existir desde antes, muestran el típico patrón incaico en el altiplano, con grandes terrazas para el manejo del agua y en las que se construían grupos de viviendas. Se estima que en la ciudad de Puno y sus alrededores estas terrazas ocupan unas 200 hectáreas (Schultze, 2008).
En el cerro Huajjsapata y cerca de la plaza principal de Puno se encuentran lugares con fragmentos de cerámica inca y herramientas agrícolas de piedra, así como también restos de cerámica colonial. Es difícil decir si hubo construcciones incas importante en el centro de la actual ciudad de Puno, pues las modernas edificaciones podrían haberlas cubierto. Un lugar inca importante y visible es Huaraya, un puesto que servía para apoyar el control militar y el intercambio comercial con la costa (Schultze, 2008).
La zona con mayor presencia de los incas fue Jallihuaya, seguramente por el significado mítico del lugar que se encuentra cerca de Llusqha Llusqhani (Sapo) y de las minas de plata de Laykakota (Schultze, 2008). Al otro lado de la pampa de Jallihuaya se encuentran rocas talladas que habría sido un “Ushnu”, es decir un lugar donde los incas realizaban ceremonias religiosas y anuncios. De ser así, esto daría a Puno una categoría especial.
Pero el lugar incaico más importante en Puno sería el que la antropóloga Schultze encontró al identificar los cimientos de un edificio con piedras de fina mampostería en el Instituto Tecnológico San Carlos, cerca de una capilla colonial. Lo fino del trabajo y el tamaño de las piedras parecen corresponder a una edificación importante que podría encontrase en un centro administrativo incaico secundario, seguramente bajo control de Paucarcolla o Chucuito. Cerca al lugar mencionado se encuentra Pitiquilla, donde también hay restos de mampostería inca.
PUNO CENTRO ADMINISTRATIVO INCAICO
Los centros urbanos incaicos de nivel secundario y terciario (el Cusco era el único primario, Hatun Colla y Chucuito tuvieron nivel secundario) se caracterizaban por estar en la ruta del Qaphaq Ñan y tener alrededor de unas cinco hectáreas, cumpliendo funciones administrativas o siendo estaciones de paso, cuarteles, etc. Por la actual ciudad de Puno pasaba el Qaphaq Ñan; a lo que se suma la presencia del “ushnu” mencionado y los restos del edificio inca identificado por Schultze, todo lo cual indica que habría sido un centro administrativo.
En Puno había también un Tambo, tal como lo señala Cristóbal Vaca de Castro en sus “Ordenanzas de Tambos” (Cusco, 1543). Allí se puede leer: “del Tambo de Caracoto se ha de ir al pueblo de Paucarcolla… del dicho pueblo de Paucarcolla se tiene de ir al Pueblo de Puno… del dicho Pueblo de Puno se tiene de ir a Chucuito”. Asimismo, que “del dicho Pueblo de Puno se ha de ir al Pueblo de Hatún Collao… del dicho Pueblo de Hatún Collao se ha de ir a Cahuana…” refiriéndose al camino hacia Arequipa.
Los tambos incaicos cumplían la función de hospedaje para funcionarios, tropas del ejército incaico, portadores de productos y por supuesto para el séquito del Inca. Almacenaban comestibles y también armas. No todos los Tambos eran iguales, tenían distinto tamaño y material de construcción, generalmente de piedras y barro en la sierra (Hyslop, 2015). Por lo general se componían de una “Kancha” que era una construcción con varios cuartos pequeños, una “Kallanca” con un ambiento único para realizar ceremonias y servir de almacén. Muy raramente eran construidos de piedra labrada, sobre todo fuera del centro del imperio, por ello son muy pocos los Tambos que quedan de unos 2,000 que habrían existido (Hyslop, 2017).
En ese sentido los restos identificados como incaicos en el Instituto Superior José Antonio Encinas no serían de un Tambo, sino de algún edificio especial, probablemente utilizado para funciones administrativas, las que serían importantes teniendo en cuenta la actividad minera y metalúrgica que se realizaba en la zona.
Además, el número de habitantes en Puno no era pequeño para el promedio en la región. En 1572, la Tasa Toledana identificaba que en Puno había 989 tributarios, muy cerca a los 1,003 que había en Paucarcolla, aunque lejos de los 3,709 de Juli, la entonces ciudad más importante del altiplano. Los tributarios eran quechuas y aymaras hombres de 18 a 50 años, por lo cual la población total podía ser 4 veces el número de tributarios.
CIUDAD DE RAÍCES ANCESTRALES Y ORIGINARIAS
Más allá de la discusión sobre si hubo o no fundación española, lo cierto es que en la actual ciudad de Puno se ubicaba en el pasado un asentamiento humano ancestral, tal como ya lo señalaba Rene Calsín Anco hace más de una década en su artículo «Historia de la Ciudad de Puno” (2011). La historia de la ciudad de Puno empieza así con los primeros asentamientos Qaluyo y Pukara, prosigue con el importante enclave Tiahuanaco y continua con los Collas y los Incas bajo los cuales habría sido un centro administrativo con un tambo del Qhapaq Ñan.
Con la invasión española Puñuy, que sería el nombre con que se le conocía, fue entregado por Francisco Pizarro a Gómez Mazuelas quien quedo a cargo del curaca Cacha y 500 tributarios bajo su mando (cédula del 1° de agosto de 1535). En los albores de la colonia, el pueblo de Puñuy, siguió siendo parte del eje vial del altiplano, siendo registrado por los cronistas españoles como Puno o Puño. En 1591, en este pueblo, llamado ya San Juan de Puno, se mandó a construir el templo de San Juan y en 1668 se estableció a su lado, por orden del Virrey Conde de Lemos, la Villa de Nuestra Señora de la Concepción y San Carlos.
Hoy en día, cada 4 de noviembre los puneños más que celebrar la fundación española, celebramos la existencia de Puno, habiendo incorporado desde la década del cuarenta del siglo pasado la escenificación de la salida de Manco Capac y Mama Ocllo del Lago Titicaca. De alguna manera con esta escenificación y las alegres y bulliciosas actividades musicales que reflejan la diversidad cultural del altiplano, Puno se refunda cada año en su múltiple esencia de ciudad uro, aymara, quechua y mestiza.
Referencias
Arkush E. 2012. “Los Pukaras y el poder: Los Collas en la cuenca septentrional del Titicaca”. En: Arqueología de la Cuenca del Titicaca, Perú, editado por Luis Flores Blanco y Henry Tantaleán. IFEA, Lima.
Bassett, K. 2013 “Evidence for the intensification of ritual activity: State strategy at the Tiwanaku colony of Isla Esteves, Puno, Peru”. A thesis for the degree Master of Artsin Archaeology. University of California, Los Angeles.
Bolívar, W. 2005. “El tesoro de Sillustani”. Empresa de generación eléctrica San Gaban S.A., Puno.
Calcín R. “Historia de la ciudad de Puno”. Diario Los Andes. 4 de noviembre 2011.
Julien C. 1983. “Hatunqolla: A View of inca rule from the Lake Titicaca región”. Series Publications in Anthropology, vol. 15. University of California Press, Berkeley.
Hyslop, J. 2017. “Qhapaq Ñan. El sistema vial inkaiko”. Petróleos del Perú, Lima.
Palao J. 2012. “Pukara: primera gran cultura del altiplano y sur andino”. Empresa de generación eléctrica San Gaban S.A., Puno.
Schultze C. 2008. “The role of silver ore reduction in Tiwanaku state expansion into Puno Bay, Peru”. Dissertation for the degree Doctor of Philosophy in Anthropology. University of California, Los Angeles.
Schultze, C; De la Vega, E.; Chávez C. 2012. “La ocupación Tiwanaku en la bahía de Puno: tradición metalúrgica”. En: Arqueología de la Cuenca del Titicaca, Perú, editado por Luis Flores Blanco y Henry Tantaleán. IFEA, Lima.
Stanish C. 2003. “Ancient Titicaca: the evolution of complex society in southern Peru and northern Bolivia”. University of California Press, Berkeley.
Stanish C. 2012. “La ocupación inca en la cuenca del Titicaca”. En: Arqueología de la Cuenca del Titicaca, Perú, editado por Luis Flores Blanco y Henry Tantaleán. IFEA, Lima.