La Historia musical de Puno esta tejida íntimamente al designio de los tiempos en los que la academia ha ido incursionando en nuevas formas, nuevos descubrimientos, nuevos planteamientos y nuevas aplicaciones tanto en el campo de la armonía como en el contrapunto, naturalmente basados en las formas que se gestaron desde épocas prebarroquianas.
Una anécdota de Debussy cuenta que aun teniendo él 12 años de edad, al salir de un Concierto, le dijo a un amigo suyo, “tenemos que empezar a hacer cosas nuevas”, ya habían transcurrido buenos años del nacionalismo que se siguió basando en los elementos propuestos por Bach y tratados genialmente por Haendel, Mozart y luego Beethoven. Adivinó la época de oro de la Opera, y el folklore de cada país fue recopilado con sabiduría y sometido al tratamiento de técnicas de diversa factura, como la armonía cromática, la dodecafonía, las modulaciones, tonizisaciones, los acordes extendidos, las tonalidades secundarias, el uso de columnas acórdicas con generador omitido y todas las especies de contrapunto tonal, expuestas con brillante maestría.
JOSÉ TEODORO VALCÁRCEL CABALLERO
Luego de haber estudiado su educación primaria en el Colegio Nacional San Carlos de Puno se va a Arequipa a estudiar piano con Luis Dunker Lavalle, luego pasaría a Lima y desde ahí enrumba al continente europeo donde estudia música en Milán Italia hacia 1914 cuando él contaba con 18 años. Mientras estudiaba música asistía a Conciertos y así se sintió seducido por un estilo nuevo que en Europa estaba imponiendo Claude Debussy, compositor francés que llegó a considerar la sinfónica clásica como obsoleta y caminó hacia nuevas alternativas en sus “Bocetos Sinfónicos” como “Le Mar”. Teodoro, que era curioso y dedicado con pasión al mundo de la Armonía, empezó a escudriñar con unción las nuevas alternativas melódicas, rítmicas y armónicas de lo que ya se empezaba a llamar el IMPRESIONISMO, término con el cual el propio Debussy no estuvo de acuerdo.
Teodoro era un consuetudinario amante de las peculiares y nostálgicas melodías que había escuchado de niño en el campo, tanto en las comunidades aymaras como quechuas, donde había transitado; estas melodías quedaron selladas para siempre en su mente y en su corazón, y apenas pudo comprometerse con las delicadas tareas compositivas, eligió sin duda aquellas melodías terrígenas que lo cautivaron siempre. Sus 31 Cantos del alma Vernácula, no son sino una muestra de esta admiración que el sentía por esas melodías y a las que él vistió con la rica urdimbre armónica occidental.
El hecho de que una Comisión Española que llego al Perú en el año 1928 eligió a Teodoro como representante del Perú ante el Festival Iberoamericano de Sevilla el año de 1929, nos habla con claridad de que estábamos frente al mejor músico peruano del momento; así como que el Presidente Leguía aceptó nominarlo como tal, ante tan magno evento artístico internacional, el mismo que se inauguró el 9 de mayo de aquel año. Allí brilló Suray Surita y otras Obras del Maestro interpretadas por la Orquesta del Festival, quedando muy en alto el nombre patrio.
EDGAR VALCÁRCEL ARZE
Conocerlo personalmente y ser su íntimo amigo,fue una inolvidable leccióndevida, personaje tan modesto y humilde nunca conocí en los lares en que transité, me llenó de consejos, recomendaciones, anécdotas y él fue quien me recomendó al Dr. Víctor Torres Esteves, Rector de la Universidad nacional del Altiplano cuando éste le pidió al maestro Edgar alguien que se pudiera hacer cargo de iniciar unos talleres de música en la Oficina de proyección Social de dicha casa de estudios. El Maestro me recomendó sabiendo de mi profundo amor a Puno y la vocación de servicio que aprendí de él y el inmenso deseo que se constituya a futuro en mi amada tierra, un centro de formación musical pertinente y competente. En su Acora querido, se le veía con su sombrero raído y vetusto, pero iluminaba su rostro una alegría propia de infantes que miran su juguete favorito, nunca le escuché hablar mal de nadie (deporte puneño de intensa práctica), vi deslizar sus adiestrados dedos sobre el piano cientos de veces, ya sea en su casa de la calle Tacna en Puno, o en su casa de la Molina en Lima, o en los conciertos que ofrecía, varios de ellos junto a su amantísimo Amigo Don Armando Guevara Ochoa. Al igual que su tío el gran Teodoro, tuvo su despensa musical en Puno, el altiplano fue la vertiente de donde tomó sus frescas melodías, para llevarlas solo con la maestría que él tenia a los elevados estratos del lenguaje musical contemporáneo que manejaba con suma habilidad y talento.
Lo acompañamos muchas veces en innumerables caminatas en su afán de encontrar músicos y compositores que le brindaran sus obras para poderse publicar, en lo que fue la Antología de la Música puneña que el gestó y logró para Puno. Más de una vez recibió la desconfianza de quienes no tuvieron en su vida la ocasión de conocerlo y saber de los elevados caminos por los que él transitaba, acompañado de su ejemplificadora modestia.
Para el oyente común, su música es algo difícil de entender, pero los claustros mayores de la música académica en Europa y Norteamérica albergaron y seguirán albergando allende los años lo colosal de su producción compositiva, su espíritu de conjunción con las rebeldías de los pueblos lo llevaron a construir Canto Coral a Túpac Amaru e infinidad de obras de cámara, para orquesta, música electrónica, etc.
El año 1995, cuando yo dirigía la Escuela de Arte y la Tuna Mayor de la Universidad Nacional del Altiplano, viajamos con él a la ciudad de la Paz, la Tuna grabó su tercer disco en la sala Discolandia; el Maestro Edgar nos acompañó en ese viaje, y cada uno de los integrantes de la Tuna se ganó de su incomparable modestia y sus elevadas calidades personales y de amigo, inmediatamente llegaron al Hotel los Maestros Alberto Villalpando y Ramiro Soriano, colegas Bolivianos del Maestro que inmediatamente le prodigaron las mejores atenciones, y nos invitaron de paso, a conciertos que se daban en esos días en la ciudad de la Paz.
La esencia vital de su trabajo compositivo tuvo en el altiplano, al igual que su tío Teodoro, el repositorio obligado, engarzado íntimamente a sus años de infancia y que marcó imperecedera huella para propalar al mundo como diría Dante Nava, lo que vale el Aymara. Hecho que no está alejado respecto del trabajo que hicieron los más grandes representantes del nacionalismo musical mundial que recogieron de sus bases cosmogónicas la materia prima de sus depuradas composiciones.
El Poema Sinfónico “Zorro Zorrito” (Homenaje a Serguei Prokofiev), es una tácita muestra de la íntima asociación del espíritu del Compositor con las leyendas, fabulas y mitos que se suceden en las estepas andinas, con personajes de la fauna altiplánica y el trasiego de indicadores que nos recrean el modus vivendi de las comunidades altoandinas.
Ya sabe el mundo entonces, a través de la vigente cantidad de obras del Maestro Edgar, cómo los elementos sonoros de una zona tan rica en folklore autóctono se han propalado con el tecnicismo de sus propuestas de gabinete, adscritas a su elevada formación técnica.
FERNANDO VALCÁRCEL POLLARD
Tendría Fernando unos 15 años cuando lo conocimos en la casa de Angamos en Lima, aun colegial, distraído tal vez en los afanes estudiantiles, no sabíamos aún de las cosas que el destino le tenía preparadas. Hacia 1989 inicia sus estudios en el Conservatorio Nacional de Música de Lima, y pronto se vino avizorando la vena inagotable postada de sus ilustres ancestros; él supo, con notoria diligencia, albergar aquella savia, que la formación musical secular le permitió extraer, desde los lugares más recónditos de su alma, junto a las innegables aptitudes para el arte que mostraba con nítido e inocultable talento.
En 1993 fue becado por el Curtis Institute of Music en Filadelfia, graduándose en composición tres años más tarde. Realizó estudios de posgrado en la Universidad Mc Gill de Montreal. En agosto del 2007 se graduó en la Universidad Cristiana de Tejas (Texas Christian University – TCU) recibiendo el grado de Maestría en «Dirección Orquestal».
Hace poco, … bajo la aromática compañía de un café vespertino, recogí de su idiosincrática presencia, la jovialidad, la alegría y las travesuras que heredó sin duda de las venas paternas y que él, con amplio abrazo y afecto sincero, prodiga a quienes nos acercamos a él, para ganar de su ímpetu, las vibras de su elevado talento musical.
Fernando no solo es el amigo, el hermano, el puneño que se deja subyugar por la platinada luz de la luna lacustre en un citadino anochecer, sino que, además, es un visionario de los proyectos musicales y defensor a ultranza de la Obra poco reconocida de los Maestros de la Música peruana. Nunca antes en su historia la Orquesta Sinfónica Nacional había abierto y ampliado el espectro de su trabajo, permitiendo que importantes intérpretes del cantar popular y tradicional peruano, se vean prestigiados al ser acompañados por nuestra primera entidad académica musical y con ello, se revalore sin más, la inmensa riqueza de nuestras patrimonialidades artísticas.
Sus “Dos Cantos Tempranos” para Soprano y Piano, en memoria de Carlos Oquendo de Amat, entre muchas otras de sus Obras, nos muestran su inocultable amor a Puno, y dejan vislumbrar el hecho de que tomó muy en serio la herencia transversal de sus dignos ancestros: relievar con insistencia a la formidable y mágica música del altiplano.
En el Epígrafe de esta prospección, pretendemos hilvanar en la espaciosa y holística coyuntura de la Música puneña, la presencia vertebral de la Trilogía de los Valcárcel, que han inscrito sus nombres con moldes de oro macizo en la proyección universal histórica de la música peruana.
Con esto, Puno se yergue boyante en el transcurso histórico de su excelso Arte, exhibiendo entonces con orgullo, … el título de Capital del Folklore Peruano.