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Churata de Omar Aramayo
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Churata de Omar Aramayo

Escribe: RODOLFO SÁNCHEZ GARRAFA

Voy a compartir algunas apreciaciones preliminares sobre el importante libro que acaba de publicar Omar Aramayo con el título de Churata, un diablo baila feliz en los ovarios de la Pachamama. Sería difícil en este momento abrigar la pretensión de hacer un examen más o menos profundo o exhaustivo de este trabajo dada su propia magnitud, extensión y, por otro lado, la variedad de contenidos temáticos que involucra. De manera que me limitaré a efectuar un acercamiento, apenas una aproximación, en el ánimo de proporcionar el panorama que me ha sido posible registrar bajo la presión del tiempo.

La idea es, sobre todo, contribuir al interés de quienes nos prestan atención, invitándoles a hacerse de este trabajo y acompañarnos en su lectura. Mi primera impresión fue la de un importante impacto, pese a que yo ya tenía alguna idea respecto al libro Churata de Aramayo. Tengo que reconocer que he experimentado sorpresa con este volumen, puesto que al llegar a mis manos hizo que me percatara de encontrarme frente a un tratado, un Tractatus historico philosophicus acerca de Churata. Juzgo que lo literario, siendo extremadamente importante, se suma también en estas aguas mayores. Podrían haber sido dos o tres tomos, pero regocijémonos de recibir un tres en uno.

El contenido del Tratado sobre Churata
Basta echar una mirada al índice de esta obra para confirmar la antedicha impresión.
Una primera parte discurre sobre la filiación, concepto y recursos de El Pez de Oro. Interesante, es percatarse dentro de qué escuela de pensamiento o dentro de qué tendencia histórico-filosófica y literaria se inscribe la obra y, por otro lado, cuáles son los conceptos y los recursos del Pez de Oro que es la fuente principal de la que va a abrevar la obra de Omar Aramayo. Está claro que entre los múltiples escritos de Churata, El Pez de Oro es su trabajo fundamental, es el que provee los elementos indispensables para explorar su pensamiento.

En una segunda parte, se aborda la estructura del Pez de Oro. Superando el desborde conceptual del libro que llevó a suponer la carencia de cualquier estructura se arribó a una afirmación generalizadora, el Pez de Oro revela una estructura mítica que enuncia un milenarismo ontológico, sin decir cuál sea esta estructura. Con el tiempo se pudo conocer al menos dos propuestas a partir del subtítulo del libro: Retablos del laykhakuy: una la entiende como retablo (de red que habla), otra la encuentra vinculada al dibujo cosmogónico de Juan Santacruz Pachacuti, aunque hoy podemos descartar tal asociación. Aramayo nos dice que la estructura es fractal (469) y nos remite a la secuencia temática decidida por el propio autor del Pez de Oro, sopeso esta consideración como razonable, más si se considera que este esqueleto tiene que ser descrito e interpretado para quebrar el mito de su oscuridad.

La tercera parte de Churata ha sido denominada Cronología de un bárbaro en su contienda, que es una sorprendente historia de vida, indispensable diría y particularmente rica en contribuciones para el entendimiento de la obra de Churata, ya que es distinta a la clásica narración biográfica. La trayectoria de vida de Churata se posiciona decididamente en el contexto histórico de los acontecimientos. Sin negar la importancia histórica de los seres excepcionales, de los talentos, no podemos atribuirles de plano toda la fuerza social de su tiempo; no obstante, difícilmente se podría cuestionar que en algunas personalidades convergen facultades y circunstancias como para corresponderse mejor a las necesidades sociales y culturales de su época. En esta medida, valoro la descripción de lo que ocurría en Puno de setiembre de 1781 y los hechos que protagonizaron los liberales hacia 1875. Ahí es donde aparece el árbol genealógico de Churata; la misma mirada contextualizada de Aramayo avanza por la vida de nuestro ilustre Gamaliel Peralta a lo largo de los años que permanece en Puno y del tiempo que se exilia en Bolivia. Muchas otras vidas se envuelven y cruzan en torno a Churata.

Concluye el libro con poco conocidas imágenes fotográficas que permiten un mejor posicionamiento del lector; también se incluyen documentos ilustrativos administrativos, periodísticos, notas, entrevistas y crónicas que proporcionan información bastante exhaustiva sobre los indigenistas. Todo esto merece, por cierto, un detenido examen que no me es posible intentar aquí.

Me he dicho a mí mismo, que este es un soberbio libro, un libro con ánimo de totalidad acerca de Churata, y fui entendiendo, a medida que progresaba mi lectura, el por qué se subtitula Un diablo que baila feliz en los ovarios de la Pachamama. Pensé en Churata y en todos los hombres de los Andes, en las semillas que nos dieron origen y que literalmente danzan en los ovarios de Pachamama.

Un diablo feliz
“Churata, un diablo que baila feliz en los ovarios de la Pachamama”, es un título mordaz en sí mismo, de arranque nos dice metafóricamente aquello que no tendría sentido lejos del vientre telúrico y tectónico del que salimos. Aquí ya hay una expresión, un manifiesto enunciamiento de importantes cuestionamientos a las miradas que se han formulado sobre este tema hasta el momento.

El diablo para Churata es y no es el personaje contendor o adversario de Dios del imaginario cristiano occidental, ha mutado en los Andes. El hombre de los Andes no tiene en su tradición milenaria una categoría religiosa que connote al diablo. Los evangelizadores hicieron todo lo imaginable para conseguir que los pueblos aborígenes internalizaran en la conciencia la idea del diablo. La primera identificación de esta noción con el vocablo quechua supay se remonta al diccionario de Diego González Holguín (1608), la figuración establecida incluyó elementos de las tradiciones locales con lo que se facilitaba su razonabilidad.
Bien dice Aramayo que lo resultante del empeño colonizador fue una especie de comodín, una españolada burda, aunque representativa. Churata emplea la figura del diablo de un modo diferente, lo hace para referirse a la creación, como sujeto que transforma al humano, invierte la realidad. Es que parte de los supays procedían del mundo subterráneo, a los que procedían del supramundo se decidió olvidarlos a fin de no confundir la asimilación del Evangelio. El supay (singularizado), pero sobre todo los saqra, han pervivido como seres inquietos, proclives al júbilo y al desborde emocional; en este sentido, calza la idea de seres que acuden danzando desde los ovarios de la Pachamama.

Muchos son los diablos en Churata. Pasando por el diablo del dolor, el diablo de la unidad dialéctica, el diablo en la cátedra, el diablo de la belleza y la intensidad, el diablo del lenguaje, el diablo de las primeras planas, el diablo de los alucinados, el diablo de la iluminación, el diablo de la carne, el diablo del cristianismo, el diablo del folclor, el diablo de la naturaleza, el diablo tránsfuga (ese que atrapara Giovani Papini en sus letras, y que luego estaba saltando a los Andes), hasta que, finalmente, Aramayo nos ayuda y podemos arribar a la presencia del diablo indio. El diablo -nos dice- es un dolor de cabeza, una piedra en el zapato, un obstáculo inevitable para el tránsito de la cultura y la sociedad, para el desarrollo de la mente y es que, exactamente por eso, en el Pez de Oro, el Qoripuma es requerido para convertir al diablo español en un travieso ser, en un charanguista cordillerano. Churata le pide al Qoripuma que transmute al diablo en k’usillu.

Aramayo nos recuerda que supay y k’usillu no son personajes salidos de la imaginación literaria sino entes de la tradición milenaria andina. Eso es cierto, y tiene lógica el pedido de Churata, si el supay de la españolada transmutase en k’usillo, muy otra sería la música. No es el antiguo supay el que debe trasmutar sino ese otro que vino de allende los mares para quedarse. El k’usillu, por el contrario, no cambiará, seguirá siendo el mismo, proseguirá en su eterna tarea de propiciar el tinku cósmico, el equilibrio y la continuidad de la vida. El k’usillu cumplirá su rol contra viento, lluvia y granizo, no dejará de incursionar para ello ni en las fiestas pueblerinas de cristos, vírgenes y santos.  Saqras y k’usillos superan cualquier confinamiento y evidencian la vitalidad de la memoria colectiva, para el gusto de Churata más allá de las rígidas separaciones entre la cultura hegemónica y la subordinada en los Andes, haciendo que la interacción ilumine la relación entre ambas partes.

Churata el iluminado de su tiempo
Omar Aramayo tiene que haber escrito Churata en un lapso bastante largo. Son años empleados en la concepción, redacción y estructuración final del libro. Sus partes han tenido que ser elaboradas en distintos momentos. Un texto analítico y breve, muy sugerente del historiador cusqueño Tamayo Herrera, anota observaciones precisas que me son asumibles; a su juicio Aramayo acierta en considerar que Churata o Gamaliel Peralta Miranda, ha plasmado un libro de aspiración universal que tiene un contenido filosófico; dice también que la agudeza de Aramayo permite hacer algo de luz en un mundo abigarrado y complejo, en donde todas las significaciones que se le han atribuido al Pez de Oro aparecen como incrustadas en el texto; destaca que Aramayo atribuye a Churata un lenguaje híbrido, en el que se unen creadoramente el quechua, el español y el aymara.

En aymara, a diferencia del campo semántico predominante en el quechua, el término “churata” alude a la condición de quien recibe o ha recibido algo, desde unos alimentos hasta el saber. Churata es el que ha recibido y, por eso, tiene sentido entender que, en el caso de Gamaliel, alcanza a señalarlo como el «iluminado», esto es, el que ha alcanzado un grado significativo de comprensión, lo cual no deja de tener cierto eco iniciático. Por lo demás, muchos de sus críticos han señalado que su libro es críptico y que estudiarlo equivale a desenmarañar un misterio.

Se dice que Churata y sus contertulios, solían efectuar “pascanas nocturnas”, reuniones o coloquios en los que se bebía chicha y licor, se masticaba coca e ingería uchu (comida picante); reuniones donde los participantes se ponían ch’ullo y cantaban en lenguas quechua y aymara en un ambiente con atmósfera aromada con incienso (Gonzales y Ríos 2009). Una práctica nada sorprendente en los círculos indigenistas de la época.

En 1963 Churata declaró que El pez de oro no responde a un intento retórico, sino que es descripción objetiva de un “realismo psíquico” (Gonzales y Ríos, ibid..), aunque este concepto pasó luego desapercibido para la crítica. El realismo psíquico entrañaría la solución de una paradoja esencial “la realización de lo intangible”, conseguir un conocimiento realista del subconsciente para llegar a la realidad libre de apriorismos, como cuando expresa la negación de la muerte. Aunque en el libro de Aramayo no he encontrado referencia expresa al realismo psíquico, pienso que documenta en abundancia el realismo de Churata, bastando señalar: la construcción de lo híbrido, el barroco andino, el alma energía creadora, la sexualidad liberadora, el ajayu humano universal, el ultraorbicismo o vanguardia cósmica.

De su horizonte temprano como Juan Cajal, Gamaliel Churata supera el modernismo y a mediados de los años 20 ya es Churata, el iluminado, ora cultor del indigenismo poético en el espacio vanguardista, ora ultraísta audaz y ultraorbicista sorprendente. Me digo a mí mismo cuán iluminado será Churata, como para alcanzar a ser considerado hombre de escritura postmoderna, multiforme, indigenista surrealista, enciclopédica y totalizante, a decir de Ricardo Gonzales Vigil.

La descolonialidad avistada por Churata
Entre las nociones fundamentales manejadas por Churata se halla la descolonialidad, que debemos entenderla en mucho vinculada a la cultura, a nuestras estructuras mentales. El hecho es que, si bien los países de esta parte del mundo hemos alcanzado una independencia política formal a principios del siglo XIX, no podemos decir que hayamos conseguido desvincular nuestras actuales estructuras de conocimiento y poder para crear estructuras nuevas sobre la base de nuestros propios referentes culturales ancestrales.

Leyendo El Pez de Oro se aprecia su impronta descolonial. Churata sale al paso de muchas ideas de la época que aún persisten, como es el proyecto de homogeneización cultural por la vía del mestizaje. Para Churata ni siquiera la mezcla racial es inocente porque hace manifiesta la desigualdad de la unión, la subalternidad de los dominados, con mayor razón la invención del mestizaje cultural (puerta falsa del recambio colonial), ya que la interculturalidad no está sometida a las leyes genéticas. En una sociedad de exclusión cultural, los sujetos subalternos son privados de su identidad y ser diverso. Churata -recalca Aramayo- postula la necesidad de reconocer un ajayu americano singular, sostiene que el futuro del americano se encuentra en el pasado y que debemos pasar a la vivencia plena, liberadora, fáctica de la identidad espiritual y cultural. Churata considera que, luego del tiempo nefasto de la colonización y la colonialidad, la sociedad americana volverá a la indianidad plena.

El conflicto generacional en su tiempo
Por Aramayo, nos enteramos de la postura contestataria adoptada por el grupo Carlos Oquendo de Amat frente al Churata de aquellos años. Aramayo fue uno de los jóvenes inquietos que emergían al escenario del quehacer literario, empoderados al punto de no encontrar solo 30 años cronológicos de diferencia con la generación Orqopata, sino 100 años de distancia en términos de visión de la realidad y posición estética. No tenemos detalles de la posición estética enarbolada por aquella exaltada sociedad juvenil, pero ciertamente Aramayo se encarga de saldar explícitamente una deuda histórica de reconocimiento al maestro.
Aramayo avanza visiblemente en la historización de la literatura de Churata, convierte testimonios diversos en documento. Huelga hacer una enumeración que realmente sería vasta.   

Pedro Pineda, Estrella Peralta y Omar Aramayo

Corolario provisorio
Contamos con una exégesis de la obra de Churata que llena un vacío interpretativo, en tanto proporciona una alternativa a la explicación materialista de inspiración marxista que, hasta ahora, monopolizaba el entendimiento del universo conceptual churatiano. Se produce una disputa teórica válida sobre el legado de Churata y queda explicitada una especie de llamado de atención, con matices de advertencia a una burguesía aliada del modelo primario exportador actual que carece de posibilidades como para proporcionar un crecimiento real en beneficio de la sociedad en su conjunto.

Los estudiosos han identificado, sin embargo, áreas de acción que no han sido cubiertas, entre las cuales estaría el reto de precisar el aporte de Churata en el escenario de elaboración teórica latinoamericana, en torno al paradigma de la ‘heterogeneidad’. Diría que, además, queda en puntos suspensivos la viabilidad de llegar a repercutir en los movimientos identitarios de los PP.OO., activos en el país y el continente.

En teoría, el pensamiento Churata abre posibilidades de una metamorfosis en el indio expectante que es el misti blanco, ya que el indio disfrazado, esto es el cholo, no sería capaz de reconocer y asumir su indianidad. Pienso que la identidad de los PP.OO., va por otro lado, por la afirmación del ser aymaras, quechuas, ashaninkas, shipibos, matziguengas, yines, etc., en el curso de la historia y sin marcha atrás. No ha faltado quien acuñe una llamada “paranoia aimara”, queriendo estigmatizar por este estilo toda reconfiguración o diálogo intercultural simétrico que cuestione el patrón de colonialidad. A pesar de todo, ninguna atingencia podrá causar menoscabo en la convicción de que es necesario esclarecer los discursos alrededor de la indianidad. Estudiar a Churata, como lo ha hecho y, como con seguridad, lo seguirá haciendo Omar Aramayo, es una inestimable contribución en este propósito.

(Este artículo fue publicado originalmente por el autor en la página Markapacha : https://www.markapacha.com/churata-de-omar-aramayo/ )

Referencias
ARAMAYO, Omar. 2024   Churata. Un diablo baila feliz en los ovarios de la Pachamama. Summa, Lima.
CHURATA, Gamaliel 1957. El Pez de Oro (Retablos del Laykhakuy) [1927]. Canata, La Paz.
GONZALES FERNÁNDEZ, Guissela y RÍOS Carlos. 2009. El dolor americano. Literatura y periodismo en Gamaliel Churata. Fondo editorial del Pedagógico San Marcos, Lima.
GONZÁLEZ VIGIL, Ricardo. 2011   Churata y el Pez de Oro. En El Comercio de Lima http://elcomercio.pe/impresa/notas/churata-pez-oro/20111218/1349415
HERMOZA, Luis M. 2017.   La ruta del ahayu watan: realismo psíquico para leer «El pez de oro» (1957) de Gamaliel Churata. En Revista de pensamiento crítico y estudios literarios latinoamericanos. Vol. 16 de diciembre 2017 | 371-392.
OLMEDO LLANOS, Oscar. 2006   Paranoia Aimara. Plural Editores, La Paz.

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