Escribe: JOAN PÉREZ
La Cordillera de los Andes constituye una imponente formación geológica de casi siete mil kilómetros de recorrido, virtualmente pegada a las costas sudamericanas del océano pacífico. Parte del Estrecho de Magallanes en el extremo austral del continente, sube de sur a norte. En la parte central de ese recorrido está el Altiplano o Meseta del Collao.
¿Cómo es la gran meseta?
Al llegar a los 24° latitud sur, aproximadamente, en el nudo de Porco ubicado en territorio boliviano, los Andes se bifurcan en la Cordillera Occidental que continúa por el litoral marítimo y en la Cordillera Oriental que se abre hacia el este. En el paralelo 14° latitud sur, aproximadamente, ambas cordilleras vuelven a unirse en el nudo de Vilcanota en territorio peruano, después de un recorrido que sobrepasa los dos mil kilómetros.
Entre la separación y posterior unión de ambas cordilleras principales, está comprendida una gran extensión de tierras altas, relativamente planas en medio de su irregularidad, que unidas a las cordilleras que las encierran, conforman la mayor masa que tienen los andes en todo su recorrido continental. Gigantesco macizo al que Humboldt calificó acertadamente como el “Promontorio Americano”, ahora conocido como el “Altiplano” o “Meseta del Collao”, compartida por el Perú y Bolivia.
El ámbito altiplánico esta orográficamente delimitado, hacia el sud oeste, por la cordillera occidental, marítima o volcánica, que marca el límite entre Bolivia y Chile; y en territorio peruano, separa la costa sur del altiplano a través de dos sectores: la “Cordillera de Santa Rosa” entre Puno y Tacna; y, los “Altos de Toledo”, entre Moquegua y Puno. Separa, asimismo, en el oeste, la meseta de las cuencas del Colca y el Apurímac a través de un tercer sector denominado “Cordillera del Collao” entre Puno, Arequipa y Cuzco () culminando en el nudo de Vilcanota.
Por el Noreste y Este en territorio peruano, la Cordillera Oriental divide el altiplano de la ceja de selva puneña en el sector de la “Cordillera de Carabaya”; y, en territorio boliviano, separa el altiplano de la amazonia boliviana, en los sectores de la “Cordillera de Apolobamba” y la “Cordillera Real” que, hacia el sur, divide la meseta y el sudeste boliviano, tanto en la región de las yungas, como en la de Santa Cruz.
Orográficamente, el altiplano no es totalmente homogéneo en su vasta superficie. Antes bien, es posible advertir una serie de planicies escalonadas, anchas y regulares, que se comunican unas a otras por entre cadenas de cerros y agrupaciones montañosas que, desde las zonas bajas en donde se ubican los lagos, se elevan gradualmente hasta dar paso a los altos picos nevados de las cordilleras que enmarcan su ámbito, y desde las cuales nacen los ríos que desembocan en el Pacífico; los ríos que tributan sus aguas unos a la cuenca del Amazonas y otros a la cuenca del Río de la Plata; así como los que forman parte integrante del sistema hidrográfico endorreico de la gran cuenca del Titicaca.
¿Cómo se habría formado la gran meseta?
La superficie de la Tierra ha sido modelada a lo largo de millones de años. La meseta del Collao o Altiplano es un ejemplo de la compleja interacción entre procesos geológicos ocurridos a lo largo de tiempos antiquísimos
La formación geológica del Altiplano se debió a una combinación de procesos tectónicos, volcánicos y erosivos que ocurrieron durante millones de años, afirma el especialista Alain Lavenu. En su propuesta explicativa afirma que la aparición del Altiplano se remonta a la era Paleozoica, hace aproximadamente 450 millones de años, “cuando la placa de Nazca se subducía bajo la placa Sudamericana, lo cual generó una zona de subducción que produjo la formación de la cordillera de los Andes”. Agrega que la subducción de la Placa de Nazca produjo la formación de una cadena montañosa primitiva, la que con el tiempo fue sometida –por efecto de la continua subducción y colisión de placas tectónicas- a la constante elevación y plegamiento, lo que originó a su vez una intensa actividad volcánica, cuya lava y ceniza rellenaron valles y depresiones, apareciendo la semi planización y erosión por acción de ríos y glaciares, conformándose las cadenas occidental y oriental.
El monumental macizo altiplánico alberga a la Gran Cuenca del Titicaca cuyo territorio se extiende sobre 2.000 km de largo y 300 km de ancho, aproximadamente. Su altitud varía entre los 3.700 y 5.000 metros. Su drenaje es endorreico. El norte y el centro del Altiplano están ocupados por dos grandes lagos: el Titicaca y el Poopó, aunque éste último sigue un proceso gradual de extinción. La parte sur es más árida; en ella se ubican los «salares» Coipasa y Uyuni con expectante riqueza de litio, el mineral de gran uso actual y futuro, que también se calcula existe en cantidades considerables en la sierra puneña de Carabaya.
Algunas consideraciones geopolíticas
El altiplano está llamado a jugar un rol estratégico clave en el subcontinente americano. Su condición de gran nudo, de “coronación geomorfológica” y de soldadura; su situación de puente entre dos océanos; su múltiple carácter andino, amazónico y platense; su ubicación central en la América del Sur, virtualmente a orillas del océano en el que habrá de decirse mucho del futuro del mundo, le otorgan en conjunto, importancia decisiva. El altiplano, su riqueza hídrica (por sus notables acuíferos de agua “dulce”) y su riqueza minera (por la existencia de grandes depósitos de litio), determinarán el futuro del Perú y Bolivia e influirán en buena medida en el destino de Chile, Argentina y Brasil.
El cono sur muestra la tendencia a consolidar con mayores posibilidades el desarrollo sudamericano. Por tal razón, los países del sudeste incrementan los esfuerzos para aprovechar y optimizar sus recursos, generando así un foco de tensiones de notable significación. El altiplano con todos sus valores congrega parte de las más calificadas y tensiones, puesto que como puente natural arbitra la posibilidad de acceder a los dos océanos, al mismo tiempo que ofrece posibilidades hídricas, energéticas y mineras de magnitud cuyo aprovechamiento será más necesario en el largo plazo, para impulsar los esfuerzos del desarrollo y afianzar los logros que se obtengan, o quizás hasta para apuntalar ciertos propósitos hegemonistas que resultan difíciles de ocultar.
En el cono sur, dirimen superioridades Brasil y Argentina. El primero abandonó el expansionismo por el hegemonismo sub-continental proyectado al oeste, alentado por la potencia hegemónica en el continente y bajo la premisa inducida de que para dominar un espacio económico “no es necesario contar con soberanía sobre el mismo, sino que basta dominarlo económicamente”. Para ello resultaría necesario, obtener amplias ventajas en el intercambio, mediante la articulación de un “sistema de fuerzas” (materializado en un sistema de ciudades), contando con “ejes de acción”, es decir vías de comunicación, e impulsando el flujo de gran variedad de bienes y servicios susceptibles de ser intercambiados y que conforman en conjunto una “masa de maniobra”. Las ventajas en el intercambio confluyen a la acumulación ascendente de capital cuya composición orgánica desigual de país a país, torna a las relaciones asimismo desiguales, es decir de dominio y subordinación.
Ese esquema permite también observar y entender más claramente las tensiones que se originan en Argentina, que se proyectan a Bolivia y al altiplano, las que al igual de lo que ocurre con las tensiones que provienen del Brasil, no son efectivamente contrarrestadas por el Perú y Chile. El Este prevalece sobre el Oeste y busca forzar el paso por el puente altiplánico para acceder al Pacífico; océano cada vez más prioritario como eje económico de la expansión del sistema económico mundial.
Plano Geopolítico
En un plano geopolítico internacional más inmediato, las tensiones que concurren al altiplano, motivadas por consideraciones en las cuales no es posible separar los componentes de Bienestar y Desarrollo de los de Seguridad y Defensa, se originan en Perú y Bolivia como titulares de la soberanía que ejercen sobre sus respectivos territorios altiplánicos delimitados por la línea demarcatoria fronteriza y como condóminos de las aguas del Titicaca. Y provienen también de Chile, cuyas aspiraciones de acceso al altiplano y de aprovechamiento de sus recursos hídricos con fines energéticos y de riego, han sido reiteradamente probadas. En el juego de intereses con potencialidades conflictivas, están presentes principalmente, la mediterraneidad de Bolivia, país que ha visto en el altiplano y en las aguas del lago, un atrayente objeto de negociación con Chile, el que para sustentar afanes expansionistas y hegemonistas busca compensaciones territoriales y no territoriales a cambio de facilitar a aquel país una salida soberana al Pacífico. Están también de por medio la necesidad de Chile de irrigar su árida costa norte, aprovechando las caídas de agua que puedan derivarse del lago, en la generación de energía para fines industriales; así como el similar propósito peruano, aplicado a su región costera del sur y a la misma área altiplánica.
En el plano circunscrito a las relaciones binacionales, el altiplano y el lago, son parte sustantiva del encuentro de los intereses nacionales de Perú y Bolivia. La parte altiplánica perteneciente al Perú si bien recibe la influencia política determinante de Lima como núcleo de cohesión nacional, recibe también la que proviene de Arequipa, que ha cumplido (antes más que ahora) el papel de núcleo secundario, más inmediato y dinámico que el capitalino. Las tendencias que muestran el proceso de regionalización en el sur del país se dirigen a plasmar la integración geoeconómica de los departamentos limítrofes con Chile y Bolivia, ante la necesidad de reforzar la frontera en atención a la importancia nacional que ésta comporta. El hasta ahora vigente diseño de la región fronteriza Manco Cápac excluye al núcleo arequipeño, no sólo porque así lo recomiendan los criterios económicos sustentatorios, sino también porque políticamente parece haberse entendido correctamente que el predominio de Arequipa se logró en gran parte merced a la pauperización del altiplano, constante histórica que resulta impostergable corregir. Sin embargo, en la mentalidad de algunos círculos de opinión e influencia continúa el propósito de integrar Arequipa a la región fronteriza, lo que sería funesto y perjudicial para el altiplano, como lo ha sido en toda la historia republicana.
El núcleo de cohesión boliviano está dado por el eje Sucre, Cochabamba, Santa Cruz, el mismo que influye el altiplano no tanto por la inmediación sino por el rol económico que dicho eje cumple en ese país. Sin embargo, los principales condicionamientos geopolíticos se originan en la Paz, capital de Bolivia, con cerca de 1’000,000 de habitantes, que centraliza el poder militar y parte significativa del económico. La influencia de este núcleo llega a las áreas rurales fronterizas del altiplano peruano, a través del intercambio de bienes, de la oferta de energía, y del cultivo común de valores socioculturales cuyos orígenes explica la historia.