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Riva Aguero, detractor de Bolivar
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Riva Aguero, detractor de Bolivar

Por : Guillermo Vásquez Cuentas

Los libertadores del Perú, José de San Martín y Simón Bolívar han sido y son objeto de reconocimiento oficial y oficioso por el rol emancipador contributivo que cumplieron durante su estancia en suelo peruano; rol que culminó con el logro de la independencia política de nuestra patria, desligándonos definitivamente de la potencia europea que impuso a los peruanos, nuestros antecesores, sujeción y domino por siglos en casi todos los aspectos de la existencia humana. En la línea de ese reconocimiento, los órganos de todo nivel del Estado organizan homenajes laudatorios, protocolos y parafernalias permanentes, en memoria de esos gigantes del proceso de fundación de nuestra república.

Ello constituye un comportamiento político social de carácter estructural afianzado en las instituciones oficiales de mayor y mediano nivel, desde los cuales se llega a condicionar comportamientos favorables a esa suerte de veneración a los libertadores, eso entre los millones de pobladores, con énfasis en el estudiantado desde sus primeros tramos. El alimento de ese comportamiento oficial es la considerable producción intelectual de historiadores y escritores de distinto nivel y lugar, los que en muchos casos han sobrepasado la objetividad juiciosa sobre ambas figuras cumbre de la independencia americana, llenando más bien de encomio y elogios grandilocuentes los hechos que ellos cumplieron en el campo militar y político en suelo peruano.

Simón Bolívar y José de la Riva Agüero

HERBERT MOROTE
Frente al abrumador modo de ver esos hechos históricos hay y hubo voces a veces solitarias y a veces tímidas, que pretenden corregir la historia oficial desde una postura profundamente analítica y crítica. Son pocos, pero son. Centrándonos –por ahora- únicamente en el caso de Simón Bolívar, condensaremos las descripciones y juicios de valor sobre este libertador, vertidos públicamente por Herbert Morote, investigador social “actual” y por un político contemporáneo a los hechos independentistas: José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete.

En el caso del primero, baste decir que su libro “BOLIVAR. EL LIBERTADOR Y ENEMIGO Nº 1 DEL PERU” ganó amplia notoriedad coyuntural, pero oscuras fuerzas de la sacrosanta historia oficial, temerosas de reescribir hechos, discutir ceremonias burocráticas y modificar currículas educativas, extendió el manto de ninguneo sistemático sobre el libro, como hacen con todo aquello que represente fundados cuestionamientos a las versiones predominantes en la estructura del Estado.
Los avances tecnológicos en el campo electrónico digital permiten a los interesados obtener copia del libro sin invertir un solo centavo. Eso nos releva de hacer mayores análisis de su pomposo contenido de denuncia, lo cual nos mueve a reproducir aquí, solo los contundentes párrafos iniciales de su Preámbulo que -a nuestro juicio- deben ser una y mil veces divulgados:

“Sin Bolívar el Perú no se hubiera independizado el año 1824. Pero sin él el Perú hubiera sido más grande y fuerte. Nuestro Libertador sacrificó, expolió, engañó y cercenó al país a tal extremo que ninguna otra nación latinoamericana jamás llegó a pagar por su independencia lo que el Perú pagó por la suya, ninguna otra tampoco estuvo en tanto peligro de perder aún más. Sin Bolívar nuestra independencia hubiera demorado unos años. Con Bolívar nuestras pérdidas fueron irrecuperables”.

“En sólo quince meses Bolívar logró la victoria contundente que puso fin a trescientos años de colonialismo. Pero la premura por independizarnos el año 1824 nos costó, entre muchas cosas, la pérdida de más de la mitad del territorio nacional. ¿Ha habido otro país latinoamericano que haya pagado por su independencia más de un millón cien mil kilómetros cuadrados? Bolívar no se contentó con despojarnos de Guayaquil y el Alto Perú, también pretendió apoderarse de Jaén y Maynas (que en esos tiempos abarcarían más de cien mil kilómetros cuadrados, esto es el 10% del territorio nacional actual) y regalar a Bolivia la costa desde Tacna a Antofagasta”.

“ Otros pagos por nuestra independencia el año 1824 fueron: el continuo atropello a la Constitución, el mancillamiento del parlamento, la traición a la población indígena, la restauración de la esclavitud, y lo peor de todo —peor aún que la pérdida de la mitad del territorio nacional— fue el mal ejemplo de caudillaje militar que dejó un Libertador quien, a pesar de su carisma, indudable genio e inteligencia, no fue capaz de comprender que el Perú no necesitaba un modelo como él ni como el de Napoleón ni el César, sino como el de Washington o Jefferson. Por eso al morir Bolívar no dejó ni herederos ni herencia, solo burdos imitadores”.

JOSÉ DE LA RIVA AGÜERO Y SÁNCHEZ BOQUETE ( 1)
Nació en Lima el 3 de mayo de 1783 y falleció en esa misma ciudad el 21 de mayo de 1858. Prócer de la independencia del Perú, presidente de la república en 1823 a cuya magistratura accedió después de un motín de una facción de la Legión Peruana de la Guardia, germen ésta del Ejército Peruano, la que obligó al Congreso deponer a José de La Mar (2).

José de la Riva Agüero como buen militar y político, se impuso la tarea de registrar y documentar los hechos que jalonaron el proceso cumplido durante los primeros años de la independencia peruana, de los que -en parte- él mismo fue protagonista. Años más tarde, cuando ya había terminado su vigencia como político en el escenario nacional, recogió en un grueso libro lo que vivió el junto a los peruanos conocidos como “criollos”, políticamente influyentes en ese tiempo, y lo publicó en Paris en 1858 bajo el largo epígrafe “MEMORIAS Y DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ Y CAUSAS DEL MAL ÉXITO QUE HA TENIDO ÈSTA”.

En ese texto, la autoría del libro es adjudicada a P. Pruvonena, cual con el tiempo se descubrió que era un anagrama de “un peruano” que venía a ser el seudónimo usado por José Mariano de la Riva-Agüero y Sánchez-Boquete. Dejando de lado, por ahora, su enjuiciamiento que hace de la labor realizada por José de San Martin, Riva Agüero dedica sendos capítulos a enfilar sus críticas a Simón Bolívar y a la clase política representada en el primer congreso constituyente formado en el Perú en 1822.

Uno de los errores que se le imputa a Riva-Agüero son sus tratativas con el virrey La Serna antes y durante su gobierno, a través de las cuales buscaba la efectiva independencia del Perú mediante la instauración de una monarquía peruana desligada de España. En ese planteamiento, el rey sería traído de Europa, nombrado por España. Esa idea no solo era de Riva Agüero pues ya había sido antes propuesta por José de San Martín en 1821 –con ciertas diferencias- y era motivo de repulsa por los políticos criollos liberales y republicanos que dominaban el congreso constituyente. Por esa y otras causas secundarias se hace ya inevitable el conflicto que en su escalada llega a la deposición de Riva Agüero en el cargo de presidente (que solo duró cuatro meses) y su reemplazo por un criollo noble: José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle.

El depuesto Riva-Agüero se traslada a Trujillo, y desde allí rechaza su defenestración. Sin aceptar su cese forma una suerte de Senado “de tal manera que el Perú tuvo en un mismo momento dos presidentes y dos congresos, mientras el virrey La Serna se mantenía fuerte y peligroso en la sierra” dice la estudiosa del tema Elizabeth Hernández García (3).

Marqués Jose Bernardo de la Torre Tagle

BOLIVAR EN EL ESCENARIO INDEPENDENTISTA
Bolívar ya había enviado al Perú -como punta de lanza- al general Antonio José de Sucre en calidad de ministro diplomático colombiano y jefe de las fuerzas militares enviadas. Llega a Lima el 14 de abril de 1823. Informa de la vigente coyuntura política a Bolívar, ejecuta instrucciones de éste y prepara su llegada al Perú. En junio de 1823, el ya sumiso Congreso le otorgó a Sucre el mando militar del “ejército unido” y el 23 de ese mes depone a Riva Agüero en el cargo de presidente y le da todo el poder a quien Bolívar lo envió como su avanzada diplomática, la que en los hechos resultó política y militar.

Riva Agüero estaba convencido de que Bolívar envió a Sucre “para hacer que los políticos peruanos se peleen unos contra otros y así se creara la situación anárquica que los obligara a llamarlo y hacerse del poder absoluto” (4). En pleno proceso de ese ambiente conflictivo se produjo la presencia de Simón Bolívar en el Perú. Don Simón desembarcó en el Callao el 1 de setiembre de 1823 inaugurando una estancia de tres años en el país. Luego de un ligero estudio de la situación de consuno con Sucre y contando con destacados integrantes de la alta clase criolla, opta por tomar partido a favor del congreso constituyente, lo cual –como no podía ser de otra manera- hizo que Riva Agüero, asumiera la posición de su enemigo en lucha frontal.

El 25 de noviembre de 1823 el general Antonio Gutiérrez de la Fuente, cumpliendo órdenes de Bolívar apresó a Riva Agüero y lo exiló a Europa, previa declaración como “traidor a la Patria”. Con ello dejó de participar directamente en la política peruana, aunque desde el lejano continente agotaba las posibilidades conspiratorias contra el dominio bolivariano que había sumido al Perú en una situación caótica; y, además seguir propugnando la opción monárquica, como ya lo tenía propuesto.

RIVA AGÜERO CONFRONTA A BOLÍVAR
Durante el ejercicio del alto cargo de presidente Riva Agüero no pudo consolidar la independencia, debido a varios factores, entre ellos principalmente, la labor conspirativa realizada por Sucre en alianza con una facción de congresistas, que sabotearon abiertamente sus decisiones políticas. La llegada de Bolívar empeora esa situación. Riva Agüero dedica varios capítulos de sus Memorias para tratar la conducta dictatorial de Simón Bolívar, “tratando de demostrar que su presencia fue funesta para la consumación pronta de la independencia”. Se queja además del despojo que a su juicio hizo Bolívar de la gloria que le hubiera correspondido por terminar el proceso emancipador.

Según Riva Agüero, San Martín y Bolívar, vinieron al Perú en condición de auxiliares militares, para apoyar con las armas la desigual lucha de los peruanos por su libertad. Sin embargo, resultó que ambos militares se hicieron del poder político del naciente Estado y se pusieron a la cabeza determinante de la vida política nacional. Dice que “Bolívar se dedicó a saquear el país y con el dinero conseguido pagaba a multitud de escritores de periódicos de Europa y América para que lo aplaudiesen constantemente, del mismo modo que a autores de biografías”.

El Perú ya tenía fuerzas armadas
Riva Agüero –según Hernández García- “es de la opinión de que el triunfo en la batalla de Ayacucho se consiguió solamente por las faltas cometidas por los generales realistas. desestima el apoyo de las fuerzas grancolombianas en las batallas finales afirmando que fueron sobre todo las fuerzas peruanas las que dieron al Perú la independencia, fueron los mismos peruanos los que se liberaron del yugo español. Fueron peruanos también los que combatieron, y además, fueron rezagos de los ejércitos que él, en 1823, había reorganizado” (5).

En ese contexto militar, dice Riva Agüero que Bolívar maniobró para que las fuerzas armadas peruanas apareciesen como colombianas.
“He aquí el extracto del estado de las fuerzas que tenía el Perú, dejadas por Riva Agüero y que se entregó a Bolívar en noviembre de 1823, comprobado con las listas de revista y con los estados del ejército peruano hasta esa fecha; fuerzas que recibieron la orden de izar bandera colombiana: En Trujillo y Huaylas, 4,600 infantes y 3 regimientos de caballería con doble número de caballos y una brigada de artillería, haciendo un total de 1,600 hombres todos disciplinados. En la plaza del Callao, 300 artilleros; 2 batallones de voluntarios de línea, con 1,100 y hombres, y 1 escuadrón de Guías con 180 plazas. De los restos de la expedición del sur a las órdenes del general Santa-Cruz, llegaron después al Callao como 1,300 hombres, con todo su armamento y equipo”. La “respetable escuadra que tenía el Perú” compuesta por 13 buques de guerra entre fragatas, corbetas y bergantines tripulados por más de 1,000 marineros, también fue obligada a enarbolar la bandera colombiana”.

Ver También

En ese recuento no se consigna como parte del ejército peruano a las numerosas partidas de guerrilla que fluctuaban al rededor 3,000 hombres aguerridos durante el dilatado tiempo de la independencia. Por consiguiente, ha sido con una parte muy considerable de esas fuerzas y con el servicio de la escuadra peruana, que se concluyó la guerra en Junín y Ayacucho” anota Riva Agüero. Como interesante dato adicional Riva Agüero revela: “Tampoco hemos incluido la división del ejército de Chile con que aquel gobierno auxilió al Perú, cuya fuerza se componía de más de dos mil quinientos hombres de excelente tropa. Esta división llegó a Arica para cooperar al plan de campaña, que por aquella parte debía ejecutarse; pero al saber que el Presidente Riva Agüero ya no existía en el Perú, y en el modo como Bolívar lo sacrificó, degolló todos sus caballos en Arica y regresó en el acto a Chile por no servir con Bolívar, porque su gobierno la había enviado para servir a las órdenes de aquel y no de éste.”

BOLÍVAR CERCENA TERRITORIO DEL PERÚ
“En cuanto á la separación que hizo Bolívar del Perú quitándole la provincia de Guayaquil para agregarla á Colombia; y las cuatro provincias del Alto-Perú para que formasen un Estado independiente, llamado Bolivia, es una de aquellas medidas de que usó para asegurar su usurpación”, opina Riva Agüero y continúa: “Sus miras fueron pues, debilitar la resistencia del Perú, dividiéndolo para dominarlo. Esas desmembraciones arbitrarias no han tenido otro origen que la soterrada voluntad de dividir este país para dominarlo con más facilidad. El gobierno español lo tuvo todo unido por más de dos siglos y medio bajo el mando del Virrey del Perú; y cuando este país se hizo independiente esas provincias del Alto Perú, así como la de Guayaquil, formaban parte integrante del territorio de ese virreinato. En suma, Bolívar y Sucre separaron esas provincias del Perú, para afianzar el poderío de su patria, la Gran Colombia”.

Primer Congreso Constituyente 1822-1825

El congreso genuflexo
“Es sabido que Bolívar para ponerse á cubierto de todos sus excesos, y poder asegurarse en la usurpación del Perú, hizo que Sucre y demás agentes suyos instalasen en Lima una farsa a semejanza de Congreso. Esta farsa, titulándose Representación Nacional, no obstante, de carecer del requisito esencial de la elección de los pueblos, fue ganada por las dádivas y promesas de Bolívar, y ésta le dio en patrimonio el Perú”, sentencia Riva Agüero (6). “A esos agentes –continúa- Bolívar les dio descaradamente toda clase de colocaciones en los empleos civiles, militares, eclesiásticos, de hacienda y de justicia y a su vez, ellos lo invistieron con la dictadura perpetua y hereditaria”.

Riva Agüero, cuenta el comportamiento de muchos congresistas al decir: “En el primer Congreso, repetiremos, había como una tercera parte de sus diputados que se componía de enemigos de la independencia. secretamente algunos de estos se correspondían con el virrey Laserna y le participaban cuanto se hacía y aun lo que se pensaba en el gobierno independiente para destruir al ejército del rey. El Presidente de ese Congreso y demás diputados realistas, se pasaron en el mes de junio de 1823 a los españoles. Sin embargo, de esto, Bolívar los protegió y volvió a colocarlos en el Congreso, agradecido por lo que ellos habían hecho antes a favor suyo, llamándolo para que se encargase del mando del ejército. Reconocidos por esto nombraron a Bolívar inmediatamente Dictador, y suscribieron a cuanto él quiso. Hasta esa época no se había visto en el mundo, que el Congreso de una nación la traicionase él mismo y la entregase a una dominación extranjera…” (7).

Riva Agüero hace notar que buena parte de los que componían el congreso fueron designados ilegalmente en la capital en representación de provincias ocupadas, con las que prácticamente no tenían relaciones. Algunos se retiraron por no servir a la tiranía y otros “no tenían luces bastantes para llenar el cargo”. Los califica como serviles a Bolívar.. por “recibir empleo y una cuota de poder político que en otras circunstancias nunca habrían tenido…recibieron descaradamente de Bolívar toda clase de colocaciones en los empleos civiles, militares, eclesiásticos, de hacienda y de justicia; y a su vez ellos lo invistieron con la dictadura perpetua y hereditaria” (8).

EL DOMINIO DICTATORIAL BOLIVARIANO

En una nota periodística publicada en Nueva York y que aparece en el libro de Riva Agüero, se lee: “…los peruanos no tenían otro recurso que la sumisión y veían con mucha inquietud en su país un ejército numeroso de colombianos… la mayoría de los elegidos a congreso en setiembre de 1823 tuvieron que ceder a las amenazas de un vocero de Bolívar y tuvieron que aprobar el proyecto de Constitución que él mismo preparó junto con José María Pando y nombrarlo como presidente…un arequipeño que quiso hacer algunos añadidos al texto fue advertido de que había mucha más seguridad para él en no decir nada”.

Lima en el siglo XIX, Pintura de J.M. Rugendas

En fin, Riva Agüero declara que Bolívar se impuso a los peruanos por medio del terror, se hizo dar la Dictadura, un millón de pesos y pidió se le erijan monumentos. Tuvo la extravagante idea de hacerse soberano en América. Riva Agüero veía en Bolívar, además de deshonesto y ambicioso, a un seguidor de los postulados políticos de Maquiavelo. En sus memorias publicó un revelador extracto de la carta que el Libertador envió al señor Mosquera, que era su ministro plenipotenciario en Lima, en donde le dice:

“Es preciso trabajar, […] porque no se establezca nada en el país [en el Perú], y el modo más seguro es dividirlos a todos. La medida adoptada por Sucre, de nombrar a Torre Tagle, embarcando a Riva Agüero con los diputados y ofrecer a este el apoyo de la división de Colombia para que disuelva al Congreso es excelente. Es preciso que no exista ni simulacro de gobierno, y esto se consigue multiplicando el número de mandatarios y poniéndolos a todos en oposición. A mi llegada [a Lima], debe ser el Perú un campo rozado, para que yo pueda hacer en él lo que convenga” (9)

NOTAS

  1. Fue bisabuelo del ilustre historiador y polígrafo José de la Riva Agüero y Osma
    benefactor de la Pontificia Universidad Católica del Perú) ↩︎
  2. En 1822 el Congreso Constituyente nombró una Junta Gubernativa para asumir
    funciones ejecutivas del gobierno, conviniendo que se integrara por un triunvirato constituido por el general José de la Mar, el comerciante Felipe Antonio Alvarado y el conde Manuel Salazar y Baquíjano. La insubordinación del ejército en el motín de Balconcillo consiguió que esta Junta fuera depuesta
    asumiendo la presidencia José de la Riva Agüero. ↩︎
  3. Elizabeth Hernández García, PROLOGO en P. Pruvonena: Memorias y
    documentos…”
    https://bicentenario.gob.pe/biblioteca/storage/app/uploads/public/60c/a4e/c74/60 ↩︎
  4. Juan Alberto San Martín Vásquez: Informe de Investigación: “La participación
    de José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete en el proceso de la independencia del Perú vista a través de sus memorias”. Universidad Nacional Federico Villarreal.
    Lima, Perú ↩︎
  5. Ibidem ↩︎
  6. José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete: “MEMORIAS Y DOCUMENTOS…”
    Ed Garnier y hermanos, Paris 1858 p. 288 ↩︎
  7. Ibidem pág. 294 ↩︎
  8. Ibidem pág. 289 ↩︎
  9. Ibidem pág. 181. ↩︎
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