He recibido el encargo de mi amigo, Guillermo Vásquez Cuentas, de resumir los aportes del compositor Cástor Vera Solano al huayño pandillero puneño. Se trata de una tarea grata que realizo en mi condición de antiguo intérprete del querido símbolo musical de Puno. Lo hago con absoluta independencia del eterno afecto filial que guardo hacia un padre extraordinario y representante genuino de la música puneña, como fue el inolvidable don Cástor. Pero antes, debo establecer algunos aspectos necesarios para podernos ubicar en el tema y en el tiempo.
El huayño en el Perú
Existen huayños en muchos lugares de la vasta extensión del territorio peruano, pero es muy clara la importancia y presencia permanente que tienen en las zonas altoandinas. Esta forma musical se denomina en diversas formas, según el lugar en que se practica. Así se le conoce como wayño, wayñu, huayno, huayño y otros términos. En Puno se le llamó siempre huayño y así lo mencionaré en este artículo. Su origen es seguramente prehispánico, aunque todavía falta trazar el rumbo que siguió en los años siguientes a la conquista.
En algunos lugares ha cambiado, por diversas razones, no solamente su denominación, sino también otros aspectos rítmicos y melódicos, mostrando una de las características de los hechos folclóricos que son, por naturaleza, plásticos; es decir que pueden cambiar en su forma o, como es en este caso, denominación, pero nunca cambian en su esencia, que permanece invariable.
En Arequipa, por ejemplo, el compositor Benigno Ballón Farfán denominó al huayño como “pampeña”, teniendo en cuenta que lo practicaban los habitantes de la “pampa”, como se denominaba a una zona alta de la ciudad por la cual hacían su ingreso, al iniciarse el siglo XX, los visitantes o migrantes puneños que se divertían con sus huayños mientras descansaban del largo viaje y se preparaban para llegar a la ciudad blanca. La “pampa” se convirtió posteriormente en el populoso distrito de Miraflores y la “pampeña” pasó a ser parte de la identidad musical de los arequipeños, sin perder sus características originales de huayño serrano.
El huayño puneño
En el departamento de Puno existen también diferentes formas de huayño. Los hay desde el huayño cordillerano, que puede ser ejecutado por algún solitario tañedor de quena o pinkillo, pasando por el huayño con que se baila el K’ajelo, de carácter más saltarín, alegre y juguetón, hasta el sobrio y calmado huayño pandillero, ejecutado invariablemente por una estudiantina de cuerdas. No es necesario recurrir a elucubraciones sociológicas, ni explicaciones musicológicas complicadas para analizar un hecho simple y creativo de los puneños de comienzos del siglo XX, como es la creación del huayño pandillero.
Nace el huayño pandillero
Los pobladores mestizos de la ciudad de Puno, aficionados a la música, decidieron, en los años aurorales del siglo XX, reunirse en estudiantinas, nombre que tomaron de los grupos españoles de cuerdas que existían desde siglos atrás, sin ver en ello ningún tipo de alienación, pues estudiantinas de ese tipo, al estilo americano, existían también en Lima y otras ciudades importantes de América del Sur. Estos puneños epónimos se llamaron a sí mismos “pandilla”, cuando decidieron bailar el huayño en grupo, utilizando el término castellano, también muy antiguo, que denomina en todo el mundo a los grupos de personas que se reúnen con el objeto de confraternizar y divertirse, muchas veces alrededor de la música. No necesitaron que la “aristocracia” los llamara pandilla para diferenciarlos de la gente bien, como se ha puesto de moda en las afirmaciones de ciertas personas. Se llamaron cholos y a sus parejas cholitas; decidieron para sus danzarines una vestimenta especial, basada en los usos y costumbres mestizas de la época y, finalmente, le dieron un nuevo carácter al huayño, lo cual simboliza, de manera indeleble, el gran aporte de la pandilla puneña al huayño nacional. Lo llamaron huayño pandillero y comenzaron a gritar al mundo su condición de cholos cuando el bastonero, nombre que tampoco inventaron pues existía desde siglos anteriores para denominar a quien fija el orden y distribución de los danzarines, empezó a ordenar:
¡Esa ruedita!
¡Aura!
¡Los cholos afuera y las cholitas adentro!
¡Aura!
Uno de los primeros líderes de la pandilla puneña fue don Manuel Montesinos quien seguramente tuvo mucho que ver en sus primeras creaciones coreográficas. Como la recién nacida pandilla puneña se bailaba en parejas, las cuales no solamente se tomaban de las manos, sino que permanecían íntimamente ligadas de los brazos o por abrazo cariñoso de los cholos por encima de los hombros de las cholitas, estaba claro que se trataba, evidentemente, de una danza íntima y amorosa, que necesitaba de una música cadenciosa, señorial, también íntima, con texto sencillo y amoroso; es decir, necesitaba de un huayño pandillero puneño, único en el mundo con esas características e inimitable en otras tierras del planeta.
Quizás el recuerdo de una anécdota de mi paso adolescente por el Cusco de los años 60 pueda ayudarme a mostrar una de las diferencias del huayño pandillero puneño con otros tipos de huayños nacionales. Estábamos participando de una alegre fiesta costumbrista, al ritmo de un conjunto de mandolinas, guitarras y “pampa piano” de la época, que tocaba el huayño en ritmo demasiado rápido y enérgico, a tal punto que era muy difícil mantener el compás. Esto motivó que un compañero universitario mío, que participaba también del baile, me dijera por encima del ruido, pero de tal forma que también lo escuchara mi pareja: “Están tocando un pashña saltachi”, término que quizás acababa de inventar mezclando la voz quechua “Pashña”, que significa dama jovencita, con su nuevo término castellano “saltachi” derivado seguramente del verbo saltar. Es decir que se trataba de un huayño para hacer saltar a las cholitas.
El huayño pandillero puneño es precisamente todo lo contrario. Ni las cholitas ni los cholos que lo bailan necesitan saltar y, por el contrario, se deslizan suavemente por el piso mientras se acercan cada vez más a sus parejas, en medio de la intimidad que transmite la estudiantina en sus melodías y armonías, en su cadencia pausada y noble, en su mensaje de sentimiento puro y profundo. Pero el huayño pandillero puneño sigue siendo un huayño basado en la tradición andina y por tanto no puede eludir las melodías tradicionales que nunca fueron pentatónicas, como lo demostró en sus estudios musicológicos de los incas mi abuelo, el compositor puneño Mariano Béjar Pacheco. Por el contrario, tiene todo tipo de melodías, escalas con alteraciones propias y accidentales y un ritmo sincopado que posiblemente heredó de la música de sus maestros, los prehispánicos sicuris.
Ya está creado el huayño pandillero puneño y ahora deben llegar los maestros compositores que terminen de darle forma y lo enriquezcan con sus creaciones. Esos maestros son muchos, pero voy a mencionar solamente a aquellos que conocí personalmente, algunos de ellos durante mi niñez, acompañando a mi padre y cuya importancia en el desarrollo del huayño pandillero es relevante. Visité en sus casas, durante mi adolescencia, a Rosendo Huirse y Alberto Rivarola Miranda, Carlos Rubina Burgos fue mi profesor en el Colegio Nacional San Carlos, Néstor Molina Galindo participó, casi al final de su vida, en la estudiantina Kóndores que dirigí y que grabó un hermoso Long Play; Cástor Vera Solano, mi padre, me enseñó con el ejemplo y fui testigo de la forma en que se sumergía en los momentos íntimos de creación de sus melodías que colocaba directamente en el pentagrama; Augusto Masías Hinojosa fue también mi profesor en la GUE San Carlos y Raúl Castillo Gamarra me honró con su amistad y me pidió prologar el primero de sus importantes libros de recolección de textos de canciones puneñas Así canta Puno.
El huayño pandillero puneño tiene ya, desde comienzos del siglo XX, una forma que configura un estilo que es preciso conservar pues llena el corazón de todos los puneños sobre todo si alguna vez han bailado la pandilla, en los anocheceres del viernes o domingo de carnaval, y llevan consigo el orgullo de llamarse cholos y de haber abrazado a sus cholitas en medio de esa danza inolvidable que se llama la pandilla puneña.
Cástor Vera Solano y su aporte al huayño pandillero puneño
Nacido en Puno, en 1911, cuando el huayño pandillero puneño ya se bailaba por la ciudad, hijo de don Segundo Vera Jaén, uno de los participantes de la estudiantina precursora de Manuel Montesinos y de doña Dominga Solano, madre de tres artistas puneños, don Cástor, como siempre le llamaron sus discípulos, contribuyó desde muy joven al enriquecimiento de esta forma musical que conoció desde niño. Antes de cumplir veinte años ya había compuesto Llakita Markca, hermoso huayño cuya partitura original, escrita en ese mismo momento en el pentagrama por su autor, existe y puede ser revisada en los archivos del Instituto de Etnomusicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, entidad a la que la he donado, junto a todas sus demás partituras, en el mes de septiembre de 2023, para que sean del conocimiento y uso de todos los interesados e investigadores. Don Cástor Vera Solano contribuyó de diversas maneras al desarrollo y consolidación del huayño pandillero. Aquí menciono, a vuelo de pluma, algunos de esos aportes.
- Textos cálidos y amorosos. Muchos de los huayños pandilleros puneños de don Cástor se refieren a la mujer puneña en forma muy afectuosa y tienen títulos en diminutivo, lo cual demuestra el trato delicado y tierno que le merecía y que se hacía evidente durante las fiestas de carnaval. Aquí algunos ejemplos:
- Cholita preciosa: Cholita preciosa, baila este compás/ con mucho primor/ y anima esta linda pandilla/ con alegre vaivén. / Hay que sonreír/ con el carnaval de esta juventud/ bailar mucho más/ como si el mundo se fuera a acabar.
- Linda serranita: Tengo una chiquita/ con su carita de cielo/ orgullo de esta gran tierra puneña.
- Fantasía pandillera: Esta cholita puneña/ me mata con su mirada/ su carita me ha embrujado/ no resisto más a sus hechizos.
- Hay una razón: Hay una razón, hay una razón/ para yo quererte/ tus lindos ojitos/ que han cautivado toda mi alma.
- Joyita puneña: Puneñita de mi vida/ encantas con tu bello mirar/ y muestras en tu gracioso andar/ lo que atesora tu noble ser.
- Imillita: Amor eres, Imillita/ una cadena de besos/ y otra cadena de amores/ Imilla linda, Cullaquita.
- Melodías creativas y sencillas. Muchos compositores, incluso los autodidactas, llegan a dominar las técnicas musicales como la armonía, el contrapunto o la orquestación, pero al momento de crear melodías tienen grandes dificultades y muchas veces recurren al expediente salvador de componer melodías complicadas que muchas veces no logran penetrar en el gusto popular. Más de una vez he mencionado el caso de la obra maestra de Maurice Ravel, Bolero, que consta solamente de dos melodías, un bajo y un ritmo incesante. En la música popular las melodías preferidas son las simples, en el sentido de que son bellas, representativas del aire tradicional y de fácil recordación. Para lograr eso hay que tener el don de la creación y el talento suficiente para plasmarlo en melodías. Don Cástor aportó muchas de esas melodías al huayño pandillero puneño, algunas de las cuales rayan, según mi modesto entender, en la perfección. Una de ellas es la segunda parte de la obra Chasquita, que consta de marinera y huayño.
En doce compases, el huayño Chasquita, de Cástor Vera Solano, muestra el carácter amoroso del texto, la melodía sincopada, las alteraciones propias y accidentales y el sabor que caracterizan al huayño pandillero puneño. Varias de las obras del autor muestran esas características, a las que hay que añadir que sus melodías, sin parecerse unas a otras, están dotadas de su estilo propio e inconfundible.
- Introducciones y remates creados a propósito de las melodías. En este aspecto, tan propio del huayño pandillero puneño, todas las obras de don Cástor hacen gala de creatividad pues muestran, en introducciones y remates, reminiscencias de las melodías principales. No son trozos extraños a las obras, como suele ocurrir con frecuencia, sino parte importante de las mismas. Al influjo suyo, muchos autores han ingresado también en este campo, que no siempre se descubre fácilmente, pero que está allí como aporte importante al estilo de nuestra canción puneña.
- Transposiciones y partituras. Aunque para algunas personas el hecho de que los compositores dejen sus obras anotadas en el pentagrama pueda no ser importante, en el fondo sí lo es porque las canciones se convierten así en documentos que sobreviven al tiempo y constituyen testimonio irrefutable, no solamente de las creaciones de sus autores, sino también del carácter y estilo propios de la música en épocas determinadas. Don Cástor dejo escritas en pentagrama todas sus obras, algunas en partes para canto; otras, la mayor parte de ellas, armonizadas para piano y muchas otras en orquestaciones para estudiantina puneña de cuerdas y para orquesta sinfónica.
El huayño pandillero puneño está vivo y muy pronto llegará el carnaval en que servirá de base e inspiración, como ocurre desde hace más de cien años, a los pandilleros puneños que podrán bailar su pandilla y cantar junto a Linda Serranita, el emblemático huayño pandillero de carnaval de don Cástor Vera Solano:
¡Quiero bailar, quiero cantar, con alegría por este carnaval!
Arequipa, verano de 2024
A usted, saludos.