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Nuestra palabra
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En algún tramo del mes de febrero, la ciudad de Puno –Capital del Folklore Peruano- es el exuberante muestrario del arte coreográfico, nativo, tradicional y mestizo. Como siempre –salvo el interregno obligado por una terrífica pandemia- la Capital del Folklore Peruano es el gran escenario de la Festividad Candelaria, en la que se da curso al desfile de muchos miles de danzarines y músicos adscritos a grupos, conjuntos o agrupaciones coreográficas de notable vistosidad, que han crecido en número y en calidad dancística sobre todo en las últimas décadas, para beneplácito de propios y también de miles de visitantes.
A veces coincidentemente con la gran festividad, pero por lo común después de ella, en las parcialidades, comunidades campesinas, villorrios y ciudades capitales de distritos y provincias -todas diseminadas en la extensa geografía del altiplano puneño- aparece la fiesta del carnaval en toda sus extraordinarias ricas y variadas expresiones. Ritmos y armonías localistas inundan los aires altiplánicos en el campo y en la ciudad, ejecutados por disímiles instrumentos musicales.
En ese corrido el telón de las exhibiciones candelarias, aparece también con siempre renovado esplendor la “Pandilla Puneña”, estampa carnavalera tan propia de las mejores tradiciones de la ciudad capital. De pronto, el halo multicolor y el movimiento elegante y sinuoso de las “pandillas” inundan las estrechas calles de la ciudad, mientras que los sones del “huayño pandillero” se esparcen por las calles, plazas y casas, reeditando lo que felizmente ha pasado a la erigirse en una institución-costumbre, ya no solo por la ciudad capital del departamento, sino también para la vecina Juliaca y Ayaviri; ello además de sus proyecciones en otras ciudades del departamento.
Durante varios días las pandillas de la Unión Puno, Lira Puno, Los Íntimos, APAFIT, Theodoro Valcárcel, Qotamarca -para citar a los más llevados y traídos conjuntos pandilleros- muestran al pueblo en las calles y plazas, el producto de su consagración temporal a la práctica de esta peculiar estampa coreográfica, que es el producto desarrollado a través del tiempo, desde algún día de principios del siglo XX.
Desde esos tiempos la “Pandilla Puneña” no ha perdido vigencia. Antes bien, ha superado con éxito la competencia presentada por otras danzas, manteniéndose e incluso expandiéndose hacia diversas ciudades del país, lo que es garantía de su permanencia futura, para beneplácito de los puneños y de los amantes del arte popular puneño.
En ALTIPLANIA hemos querido mostrar a quienes nos favorecen con su lectoría, algunos escritos sobre lo expresado en párrafos precedentes.

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