La historia de los orígenes de la capital puneña ha interesado a los intelectuales de la región a lo largo de todo el siglo XX y hasta la actualidad. Autores como el maestro J.A. Encinas (1), E. Romero (2), V. Bermejo (3), A. Torres Luna (4), Samuel Frisancho (5) y su hermano Ignacio (6), A. Ramos Zambrano (7) –para nombrar sólo a los más conocidos–, han escrito diversas obras al respecto. La trágica narración sobre los hermanos Salcedo, el virrey Conde de Lemos, la destrucción del asiento de minas de San Luis de Alva de Laicacota y la fundación de la villa de la Concepción y San Carlos de Puno, en el convulsivo año de 1668, ha acaparado la atención de los mencionados escritores y de otros más. Mucha menor atención ha recibido, sin embargo, el proceso de desarrollo de la nueva fundación en el resto del período colonial. Algo de eso trataremos aquí.
La colonización española del continente americano tuvo desde sus inicios una base fundamentalmente urbana. Desde el siglo XVI las nuevas ciudades hispanas sirvieron para asentar a los conquistadores en el territorio, constituyéndose en centros de colonización política, económica y cultural, pues reproducían la forma de vida europea en el Nuevo Mundo (8). Las autoridades coloniales establecieron dos centros urbanos en el Altiplano septentrional: la ciudad de Chucuito (1578) y la villa de Puno (1668). A diferencia de otros asentamientos del Sur Andino, como el Cusco (fundada por Francisco Pizarro en 1534), Arequipa (1539-1540) o La Paz (1549), Chucuito y Puno no fueron lugares de residencia de vecinos “encomenderos” (conquistadores premiados con el trabajo de comunidades indígenas asignadas como “repartimientos” o “encomiendas de indios”). La población del norte altiplánico formó parte de encomiendas de vecinos cusqueños (provincias de Azángaro, Lampa y Carabaya), mientras que el centro de Puno estaba bajo jurisdicción de vecinos paceños (provincia de Paucarcolla). El sur, territorio del grupo étnico Lupaca, formó la “provincia de Chucuito”, que era una “encomienda real”, bajo control directo de la Corona española.
Otra particularidad de estos dos centros urbanos del Altiplano puneño fue que, a diferencia de otras ciudades y villas coloniales, no tuvieron consejos municipales (“cabildos”) activos. Lo usual en la época era elegir anualmente entre los vecinos a dos alcaldes (“alcaldes ordinarios”), que administraban la localidad junto con un grupo variable de “regidores” (éstos compraban el cargo a la Corona y lo mantenían por muchos años, disfrutando del prestigio y el poder de controlar las decisiones sobre la marcha de sus poblaciones). Las referencias a “alcaldes” en la ciudad chucuiteña y en la villa puneña son más bien escasas y dispersas en la documentación, pues no se han conservado los “libros de cabildo” de sus sesiones regulares. Los alcaldes parecen haber sido vecinos de sus respectivas circunscripciones, nombrados anualmente para el cargo por la autoridad provincial, ya fuese el gobernador de Chucuito o el corregidor de Paucarcolla. Después de 1784-1785, el nombramiento lo hacía el intendente de Puno.
La información sobre la villa de Puno en el siglo XVIII es fragmentaria y dispersa, y casi inexistente para la primera mitad de esa centuria. A partir de la década de 1750 las referencias resultan más abundantes. Las descripciones que conocemos no nos ofrecen grandes detalles sobre el aspecto que tenía la villa puneña en esa época. Así, en 1752 el jesuita alemán Johann Bayer, viniendo del Cusco en dirección a Juli, pasó por Puno, indicando que allí: “da comienzo el gran lago Titicaca, que parece un mar… habitan españoles e indios, posee un hermosísimo templo parroquial construido en piedra de sillería, mansiones magníficas… está asentada al pie de un alta montaña llamada Cancharani, del que desde hace muchos años se ha extraído y todavía se sigue extrayendo diariamente mucha plata” (9). Dos décadas después, por el mes de diciembre de 1772, el funcionario de correos Alonso Carrió de Lavandera, cruzando el Altiplano desde La Paz en dirección al Cusco, visitó: “una villa al tránsito llamada Puno, a cuya falda concluye la gran laguna que llaman de Chucuito. Algunos indios tienen sus balsitas de totora y sus redes, con que pescan unos pequeños peces que llaman boguillas, bien desabridas, y de que hacen algún comercio para las provincias interiores. La villa es de mucho vecindario, la mayor parte españoles y mestizos… tiene la villa dos tambos muy buenos en que se pueden alojar cómodamente los pasajeros, con división de caballerizas, y abunda de lo necesario” (10).
No sabemos con exactitud cuánta gente vivía en la villa puneña en el siglo XVIII. Por motivos fiscales las autoridades coloniales contabilizaban con regularidad a la población indígena que pagaba el “tributo”, un impuesto que los señalaba como súbditos del rey y les garantizaba el acceso a sus tierras de cultivo. Pero no ocurría lo mismo con los otros grupos socio-raciales: los “españoles” (la población de origen europeo, ya fuesen nacidos en los Andes –a quienes ahora solemos referirnos como “criollos”–, o en España), los mestizos, ni los descendientes de africanos, negros o mulatos (ya fuesen individuos libres o esclavizados). Por eso es que contamos con más datos sobre la población indígena que sobre el total de los habitantes del Altiplano colonial. Así, en 1754 el “contador de retasas” José de Orellana estimó que oficialmente había 2,154 indios “tributarios” (varones adultos entre 18 y 50 años de edad) en la provincia de Paucarcolla, regidos por 14 “caciques y principales”, y una población indígena total de 8,559 personas, incluyendo a 3,892 mujeres (el 45.47%), aunque no sabemos con exactitud cuántos de ellos vivían en Puno mismo en ese momento (11).
Unos 24 años después, entre abril y junio de 1778, Francisco Dávila Ponce de León, corregidor de Paucarcolla, visitó la circunscripción de los pueblos de San Carlos de Puno y su anexo San Pedro de Icho, censando a la población (12). Registró entonces a 57 indios “originarios aimaraes” y a 597 “uros” y “forasteros” (dos grupos de tributarios sin tierras de cultivo). De los forasteros, 28 figuran como “oficiales de la Villa”, es decir que eran artesanos residentes en Puno. La población indígena del pueblo de Puno estaba agrupada en dos “parcialidades” (Anansaya y Urinsaya). La “parcialidad de Anansaya”, hacia el sur, incluía cuatro ‘aillos’ (Paxsco, Checa, Guanaya, Comerucho) y ocho “tanteos” o asientos mineros (Sucria, Guallotani, Manto, Capullani, Chimo, Chulluni, Pomperia, Xacharaya). La “parcialidad de Urinsaya”, hacia el norte, reunía un ‘aillo’ (Siñi), cinco “tanteos” (Cueta, Aruma, Anco-ascata, Lacapacheta, Asiruni) y dos ingenios de moler metales (El Juncal, San Miguel de Uncalliri). Finalmente, en el pueblo de Icho había tres ‘aillos’ (Pauni, Collana, Sullcaciquiña), y cuatro “tanteos” (Caracollo, Collachachi, Cuchuchuni, Quebrada de San Miguel). Además de estos 654 tributarios se contaron 306 indios “reservados” por edad o enfermedad, 504 menores de 18 años, así como 1,453 mujeres (el 49.81%), sumando 2,917 pobladores indígenas. Quedó constancia también de 220 “ausentes, cuio paradero se ignora”.
La población indígena de la provincia de Paucarcolla, visitada por el corregidor Dávila a lo largo de poco más de un año –entre el 11 de agosto de 1777 y el 31 de agosto de 1778–, resultó ser oficialmente de 21,123 personas. Puno e Icho, con 2,917 habitantes, constituían el 13.8% de ese total. La información recabada fue enviada a Lima, donde se la revisó, elaborándose la “tasa tributaria”, es decir, se calculó el monto del impuesto que debían pagar los “indios tributarios” de la provincia. Este documento, fechado en Lima el 27 de febrero de 1779, indicaba que en Puno e Icho había “un governador español interino” y “dos principales” indígenas. Por desgracia, no se indican los nombres de estas tres autoridades. Otra documentación, sin embargo, permite identificar a dos de estos personajes. Don Gregorio Calisaya, indio noble originario del pueblo de Tiquillaca, fue nombrado cacique de Puno en la década de 1770 (13); probablemente murió en el contexto de la Gran Rebelión de los Túpac Amaru (1780-1782). En 1781 se menciona a don Anselmo Bustinza, un “español” (probablemente un “criollo”), como “cacique de los indios mañazos” de Puno (14); aunque este nombre étnico, tan conocido hoy en día entre los puneños, no figura en la lista de ‘aillos’ y “parcialidades” de 1778.
En cuanto a la población total, en 1770 el “cosmógrafo del reino”, el doctor Cosme Bueno, calculó que la provincia de Paucarcolla tenía 26,000 habitantes, estando conformada por ocho “doctrinas” o pueblos con sus respectivos curas párrocos (Puno, Paucarcolla, Tiquillaca, Coata, Capachica, Huancané, Vilques [Vilque Chico] y Moho), además de siete “pueblos anexos” a cinco de esas parroquias (15). Una década después, a mediados del año 1780, Francisco de Paula Sanz, director general de la “Renta de Tabaco” del nuevo Virreinato del Rio de la Plata, visitó personalmente las provincias altiplánicas, incluyendo: “la villa de Puno, capital de la [provincia] de Paucarcolla, situada como muchos de sus pueblos á las márgenes de la misma laguna” (16). Comentando sobre la situación económica del momento, afirmó: “el número de almas de esta provincia se compone de 45 á 50,000 de todas clases; pero no he visto otra que abunde de más mendigos, bien que hallándose los minerales en decadencia y no siendo el terreno por los continuos yelos á propósito para la siembra, tienen muy poco auxilio aquellos habitantes con las cortas cosechas de papas y cevada que recogen, á excepción de los partidos de Capachica y Moho que son más fértiles por más templados”.
Tanto Puno como Chucuito sufrieron daños considerables durante la Gran Rebelión tupamarista, especialmente en abril y mayo de 1781, cuando los españoles abandonaron ambas localidades, que fueron ocupadas por los indios rebeldes (17). Pero, a partir de 1782, las dos localidades fueron reconstruidas. En un informe de junio de aquel año, el corregidor Joaquín de Orellana decía: “Luego que llegué a la villa de Puno, que encontré enteramente arruinada por los indios rebeldes, que la incendiaron el año próximo pasado [de 1781], me apliqué con la actividad posible a reparar sus principales oficinas públicas, como la Casa de recogimiento de Mujeres, la Cárcel y otra casa de suficiente capacidad para que sirviese de Cuartel a los provincianos [= milicias] que se hallan en servicio actual del Rey y bajo de mi mando. Seguí el trabajo para reparar igualmente el cuadro que forma su Plaza principal para restituirla a lo menos en parte el antiguo aspecto que tenia de una Población regular, retirando de la vista de los que la vieron antes de su total ruina las impreciones funestas que ocasionan las señas de una Villa, cuya defensa había costado muchos riesgos a sus fieles hijos y defensores” (18).
Unos 24 años después, en enero de 1804, el comerciante José de Guerra, diputado del Tribunal del Consulado de Lima, escribió sobre la región que: “su agricultura y comercio son muy cortos por… estar muy despoblado de gente española y de otras castas desde el tiempo de la revelión de Tupamaro y los Cataris, en que perecieron unos y se ausentaron otros” (19). En 1807 la provincia de Paucarcolla (entonces llamada también Huancané) tenía una población total de 23,986 personas: los “españoles” llegaban a 337 individuos (el 1.4%), los mestizos eran 2,497 (el 10.4%), había 20 esclavos africanos (0.08%), y 21,132 (el 88%) eran indios (20).
NICANOR DOMINGUEZ FAURA
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Notas:
1. José Antonio Encinas [1886-1958], Historia de la fundación de Puno [ms.1918] (Puno: Tip. Fournier, 1924).
2. Emilio Romero [1899-1993], Monografía del departamento de Puno [ms.1925] (Lima: Imp. Torres Aguirre, 1928).
3. Vladimiro Bermejo [1908-1987], Puno: Historia y paisaje [ms.1945] (Arequipa: Colmena, 1947); Breve Historia de la Fundación de Puno (Puno: Edit. Los Andes, 1971).
4. Alfonso Torres Luna [1901-1935], Puno histórico [ms.1935] (Ñaña, Lima: Colegio Unión, 1968).
5. Samuel Frisancho Pineda [1918-2001], ed., Álbum de Oro: Monografía del departamento de Puno (Puno: Edit. Los Andes, 1969-2001), 18 vols.
6. Ignacio Frisancho Pineda [1923-2005], De aldea a ciudad, trayectoria histórica de Puno, 1668-1995 (Lima: Eds. Asoc. Cult. Brisas del Titicaca, 1996); La Catedral de Puno: Historia documentada (Lima: Concytec, 1999).
8. Ramón Gutiérrez, Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica [1984] (4ta ed. aumentada. Madrid: Cátedra, 2002).
9. [Johann] Wolfgang Bayer, S.J. [1722-1794], Viaje al Perú: Juli, Titiqaqa, La Paz (Charcas), 1749-1769. Traducido del alemán por Josep M. Barnadas (Cochabamba: Historia Boliviana, 2009), párr.119, p.90.
10. Alonso Carrió de Lavandera [1716-1783], El Lazarillo de Ciegos Caminantes desde Buenos-Ayres, hasta Lima con sus itinerarios [1776], Parte II, cap. XV; en: Relaciones Histórico-Literarias de la América Meridional (Madrid: Atlas, 1959), p.354.
11. Manuel A. Fuentes, ed., Memorias de los Vireyes [sic] que han gobernado el Perú (Lima: Librería Central de Felipe Bailly, 1859), tomo IV, “Estados ó Documentos”, p.11.
12. AGNA (Buenos Aires), S9-822 8, “Retasa del Pueblo de San Carlos de Puno”, fol. 2r-3v, 6r.
13. AGNP (Lima), Superior Gobierno, leg.33, cuad.271, fol. 5v, 6v, 9v, 11v; Víctor L. Maqque, “From the Cacique to the Community: Political Transformations in the Altiplano, 1750-1850”, Ph.D. diss., Notre Dame University, 2016, p.101, n.182.
14. En 1790 declaró tener 50 años de edad; véase AHN (Madrid), Consejos, leg.20411, exp.1, cuad.13, fol. 16v-17r; Joaquín de Orellana [ca.1749-1795], “Relación” (Cuzco, 17 jul. 1781), pp.167-205, en: Manuel de Odriozola, ed., Documentos Históricos del Perú (Lima: Tipografía de Aurelio Alfaro, 1863), tomo I, pp. 179-180, 190, 199.
15. Cosme Bueno [1711-1798], “Descripción de las provincias pertenecientes al Obispado de la Paz” (1770), pp.125-138, en: Manuel de Odriozola, ed., Documentos Literarios del Perú (Lima: Imprenta del Estado, 1873), tomo III, p.135.
16. Francisco de Paula Sanz [1745-1810], “Descripción é Informes” (1780), pp.275-322, en: Víctor M. Maúrtua, ed., Juicio de Limites entre el Perú y Bolivia: Contestación al Alegato de Bolivia (Barcelona, Buenos Aires, 1907), tomo IV, pp.277-279.
17. Augusto Ramos Zambrano, Puno en la rebelión de Túpac Amaru (Puno: Universidad Nacional Técnica del Altiplano, 1982).
18. CNSIP, CDIP, tomo II, vol.3, doc.271 (Puno, 12 jun. 1782), p.312.
19. “Razón circunstanciada que don José de Guerra diputado de la ciudad de Puno produce al Consulado de Lima, de los ramos de industria de aquella provincia” (Puno, 3 ene. 1804), pp.248-252, en: Pablo Macera y Felipe Márquez Abanto, “Informaciones geográficas del Perú colonial”, Revista del Archivo Nacional del Perú (Lima), tomo XXVIII, entregas I y II, ene.-dic. 1964, pp.133-252.
20. David T. Garrett, “Descendants of the Natural Lords Who Were: The Indian Nobility of Cusco and the Collao under the Bourbons”, Ph.D. diss., Columbia University, 2002, p.691, n.390; en base a BNP (Lima), Manuscritos, exp. D-9555.