Los factores geopolíticos tendrían fundamental importancia para definir el destino de Puno en el contexto de los poblados del Collao, la antigua aldea que servía de simple «pascana» o «lugar de descanso para quienes transitaban por el altiplano» tomó auge en la segunda mitad del siglo XVII por causas ajenas a su propia evolución (1).
Los poblados de Ycho y Puno aparecían en las últimas décadas del siglo XVI como encomendados a Martín Dolmos contando con un total de 983 tributarios (603 aymaras y 380 uros) y una cifra global de 4,705 personas (2).
Pero la verdadera historia de Puno comienza cuando hacia 1650 se «descubren los asientos de minas de San Juan de Alba y San José» (3). Hacia 1657 el minero José Salcedo descubrió la mina de Laicacota en tiempos del Virrey Luis Henríquez de Guzmán y junto a ella creció «una regular población en Laicacota y se le dio el nombre de San Luis de Alba»(4).
La increíble expansión de Laicacota y los tradicionales enfrentamientos entre sus mineros y los de San José desde 1660 -que reiteran a la vez las disputas regionales que también se vivieron en Potosí- culminaron con la destrucción del floreciente poblado.
No es nuestra intención retomar todas las peripecias del conflicto que culminará con el ajusticiamiento de Salcedo por orden del Virrey Conde de Lemos en 1668 y al que se han referido numerosos autores en forma extensa. Lo importante aquí es que el Virrey dispuso arrasar el poblado de Laicacota incendiando sus viviendas a excepción de los templos y sembró en la población sal como maldición a la tierra.
Para reorganizar políticamente la región se fundó la villa de San Carlos de Puno el 9 de septiembre de 1668 y se declaró capital de la Provincia de Paucarcolla el 4 de noviembre de ese año (5).Como medidas complementarias el Conde de Lemos trasladó las Cajas Reales del Asiento de San Antonio de Esquilache a Chucuito e implantó una nueva Matriz en Puno.
En efecto, en 1669 el Virrey informaba que el cura Silvestre de Valdez, párroco «de la nueva población de la Concepción y San Carlos estaba haciendo la Iglesia con su asistencia y trabajo“(6). En rigor, debía existir con anterioridad la antigua Iglesia de San Juan, parroquia del pequeño poblado, que al producirse la creación de la Villa quedó afectada a la feligresía indígena.
Es probable que la nueva Iglesia de San Carlos tuviera un crecimiento lento en su edificación y que su evolución constructiva no fuera como se ha pensado hasta ahora un reemplazo de edificios sino una modificación del mismo.
Nos basamos en algunos datos para formular esta hipótesis. Por ejemplo, el frontal de plata está fechado en 1722 y firmado por el Maestro Platero Eugenio de Chávez. Si la situación del edificio fuera tal de que estuviera próxima su demolición difícilmente se hubiera hecho una inversión en un frontal de plata cuando lo habitual era vender estas piezas para arreglar el edificio.
También sabemos que la fachada principal se concluye el 25 de mayo de 1757 por el Maestro Simón de Asto y aunque erróneamente se ha tomado esta fecha como la terminación de la Iglesia (7) las obras continuaron casi hasta fines del siglo XVIII. Parece muy improbable que se hubiera comenzado la construcción de un nuevo templo realizando la fachada sin que hubiera un edificio atrás. Ello nos hace pensar en la subsistencia en la antigua Matriz del XVII a la que posteriormente se cambiaron los muros y el sistema de cubierta que originariamente pudo ser el de quincha; habitual en la región en los ejemplares de la segunda mitad del XVIII.
La transformación económica de la zona, comenzada desde los asientos de Esquilache y Laicacota se ve impulsada a partir de 1709 con los descubrimientos de yacimientos de plata en la zona de Carabaya.
La obra de la Catedral de Puno fue impulsada justamente por mineros como Miguel Jacinto de San Román Zeballos, natural de Asturias y dueño del yacimiento de «Apóstoles» más abajo de Laicacota y que al morir en 1778 dejó hechos los muros hasta el nacimiento de las bóvedas (8).
Washington Cano señala que San Román empleó en la construcción «arquitectos italianos» aunque desconocemos el origen de esta información. El único italiano que hemos documentado en la región es el arquitecto Avanzini que aparentemente no llegó a la misma hasta 1790 aproximadamente.
Hay certeza sin embargo que el Maestro Cantero de la portada principal fue Simón de Asto de origen indígena y que las obras fueron supervisadas por el párroco Juan Valentín de Gamboa y Norveña, natural de Hita (Arzobispado de Toledo) de quien en 1762 se decía «ha gastado muchos caudales en los reparos y adornos de sus Iglesias»(9).
Las obras debieron sufrir forzosas demoras a causa del levantamiento de Tupac Amaru ya que Puno sufrió los ataques de Diego Cristóbal y en mayo de 1781 es despoblada parcialmente huyendo sus habitantes al Cusco (10).
En 1782 informaba Joaquín Antonio Orellana que la villa de Puno había sido «enteramente arruinada por los indios rebeldes que la incendiaron». Piénsese que la mayoría de las cubiertas de las viviendas era de paja para entender la magnitud del incendio y sus consecuencias.
El Corregidor informa: «me apliqué con la actividad posible a reparar sus principales oficinas públicas, como la Casa del Recogimiento de Mujeres, la Cárcel y otra casa de suficiente capacidad para que sirviese de Cuartel de Provincianos que se hallan en el servicio actual del Rey’. Intentaba también reparar «el cuadro que forma su plaza principal para sustituirla a lo menos en parte del antiguo aspecto que tenía de una población regular retirando de la vista de los que vieron antes de su total ruina las impresiones funestas que ocasionan las cenizas de una villa”(11). También sabemos que en esta época Ignacio Flores hizo un fuertecillo para la defensa de la Villa y la ubicación estratégica de Puno llevó a su nominación como sede de la Intendencia creada en 1785 dependiente entonces del Virreinato del Río de la Plata (12).
Las obras del templo tomaron nuevamente impulso en 1788 cuando el coronel de Dragones José Reseguín informa al obispo de La Paz «sobre la ruina que amenaza la Iglesia», «con motivo de haberse desprendido una piedra sillar de su bóveda». El templo fue clausurado momentáneamente «a fin de evitar desgracias». Verificamos que para este momento estaban concluidas las bóvedas y que había una rajadura desde el arco toral hasta la puerta.
El Obispo indica en un interesante informe que hubiera bastado con acuñar el lugar del desprendimiento como se hizo en el convento de Carmelitas de la Ciudad de La Paz «cuyo arco toral tuvo una brecha competente y con cuñas que se pusieron se solidó la obra y hasta ahora no ha vuelto ha descubrirse en el arco lesión alguna».
Indicaba que la solución consistía en «clavar otra piedra algo mayor en el lugar o hueco de la que cayó pues en la Matriz de Cochabamba aconteció lo mismo y con sola esta diligencia se mantiene la bóveda ilesa» (13).
Este Obispo que se nota tenía experiencia directa de obras y que tuvo probablemente que ver con la construcción de San Francisco de La Paz dispone que el Vicario Manuel Cuentas (al parecer residía en Puno, 1778) recurra al cura de San Pedro de Juli «enviando la gente necesaria para que conduzca un armazón o especie de cimbra portátil que desde tiempos de los jesuítas hay allí y asimismo toda la demás madera suelta que hubiese con lo cual se pueda formar un fuerte andamio que sostenga el peso de la bóveda y al mismo tiempo liberte a todos los trabajadores de todo peligro«.
También indica al párroco de Santiago de Pomata para que provea de »uno o dos arquitectos de los que están siguiendo la obra de la Iglesia a fin de que los dichos dirijan la de esa Matriz en caso de que no haya sujeto capaz en esa villa de comprender por si el reparo necesario».
Espera pues que pronto sea «colocada la piedra que se ha caído y acuñadas todas las bóvedas y arcos que median en el cañón de la Iglesia y se hallan rajadas, con cuñas, no de fierro que con la humedad se enmohecen sino de cobre o de madera tan fuerte y sólida como el metal» y con ello le parece «que podía asegurarse el edificio respecto de que sus muros principales juzgo que son de tanta solidez que no hagan recelar lo que llaman los prácticos «coceo».
El fiscal de la Real Hacienda Ignacio Verdugo informaba en julio de 1788 que el problema no era solo la rajadura a la cual hacía mención el Obispo sino que también estaban algo vencidas las paredes y «en una palabra está toda hecha una granada» por lo cual urgía los reparos, las verificaciones parecen indicar que el problema de las rajaduras en la testera del coro y puerta no podían solucionarse meramente con cuñas pero las obras se efectuaron con rapidez y sabemos que en enero de 1789 «hallase ya el edificio sin riesgo y se libró al público» (14).
Hacía 1794 se concluyeron las obras probablemente costeadas por Doña María Brígida Ayala, dueña de yacimientos mineros, quien dio fin a las mismas casi cuarenta años después de fechada la portada principal (15).
La localización de Puno de la cabecera de Intendencia reactivó antiguos proyectos e impulsó nuevos que fueron conformando la transformación edilicia de la villa.
En el año 1687 el Corregidor de Paucarcolla Nicolás Dávalos de Rivera – Conde de Santa Ana de las Torres- dispuso la donación de una casa fabricada por él mismo para abrir un hospicio franciscano en la Villa, de San Carlos de Puno, entregando también un trapiche de moler metales con condición, de que el hospicio se pusiera bajo la advocación de Santa Ana. Fray Antonio de Vera, Provincial franciscano, aceptó la donación, pero no tenemos certeza de que la misma se hubiera llevado a la práctica (16).
Ratificamos esta presunción en que el Gobernador Intendente de Puno solicita en 1783 que se funde en Puno un Convento franciscano para la enseñanza de los naturales y predicación del evangelio (17). Hay informes que los misioneros apostólicos (Propaganda Fide) como Fray Simón José de Sosa están iniciando misiones entre los infieles de Carabaya en 1794 y por ello es muy posible que se pensara en instalar un colegio en Puno para encarar desde allí las acciones (18).
El Obispo de la Paz Alejandro José de Ochoa había dado impulso al reclamo del Convento y en 1797 el Cabildo Eclesiástico escribe al Virrey Meló afirmando que dicha fundación será muy proficua a la Villa de Puno “que abraza bastante vecindario de españoles en medio de la decadencia que sufrió con la sublevación de los indios; a la ciudad de Chucuito inmediata y a todo su distrito y a los partidos de Lampa y Azángaro de donde concurren y frecuentan sus gentes a aquella Villa por el comercio de géneros de Castilla que se encuentran en ella y para proveerse de los comestibles que necesitan, como asimismo por las minas de plata, trapiches e ingenios que encierra en sus inmediaciones y que se continúan trabajando aunque no con la abundancia de metales que en otros tiempos”.
La fundación se avala también en la carencia de religiosos seculares en la región (19). Creemos que la nota no debió hallar eco ya que fue dirigida al Virrey del Río de la Plata cuando Puno desde el año anterior (1796) dependía nuevamente del virreinato del Perú.
Hacia la misma época se estaba tramitando la fundación de un hospital en la Villa de Puno el cual estaría a cargo de los religiosos de San Juan de Dios. En 1795 Fray Ambrosio Mariano Carazas solicita la antigua Iglesia de la Villa (San Juan) para instalar su hospital (20). El año siguiente el Padre Carazas aparece radicado en Puno como comisionado para la fundación del Hospital de San Juan de Dios (21).
Suponemos que este hospital es el mismo para el cual en 1786 se pidió aprobación de construcción remitiendo entonces al Virrey Márquez de Loreto «los dibujos de sus planes» (22).
Romero da como concretado el Hospital en 1798 y lo ubica junto a la cárcel pública (23). Sabemos que en la segunda década del siglo XIX estaba en funcionamiento con un total de 52 camas, pero probablemente debe haber entrado dentro de las instituciones suprimidas en 1825. Otra de las preocupaciones sustanciales fue el ordenamiento defensivo, el Gobernador Intendente Marqués de Casa Hermosa decía en 1791 que la Sala de Armas de Puno estaba enteramente destechada y las armas y los pertrechos inservibles. Un año después comunicaba que «no hay fuerte, puestos, ni guardias» (24).
En 1796 la Sala de Armas de Puno funcionaba en total abandono «en la casa de una pobre mujer que con mil clamores me pidió se la dejase libre como lo ha suplicado incesantemente por la falta que le hacen para su familia y por el temor de que roben las armas o se incendie la pólvora» (25).
Luego el Intendente Antonio Villa Urrutia dispuso que se pasaran las armas al cuartel en una casa techada de teja y no de paja como la otra. Este episodio confirma la precariedad del sistema defensivo y explica la facilidad con que cayó Puno en los alzamientos de 1814. El cuartel no era otra cosa que una residencia comenzada por el anterior Intendente (Casa Hermosa) y que fuera destinada luego al mando de tropas.
También en 1791 se había decidido reparar la cárcel de Puno que se hallaba casi ruinosa» y hacer otras en los pueblos cabeceros de la Provincia (26).
Frente a la precariedad de esto elementos no desapareció la preocupación por organizar militarmente la región, como lo demuestra la existencia de un manuscrito anónimo que localizamos junto a un tratado de Fortificación y que se titula: «Sobre establecer cuerpos de milicias en los 5 Partidos de la Intendencia de Puno, virreinato de Lima. Por el señor D. J.G.C. Caballero del Orden de Santiago – año 1803» (27).
La idea fundamental nacía de concentrar tropas en Chucuito, Huancané, Azángaro, Carabaya y Lampa para la defensa del Collao. Todos estos proyectos y concreciones se daban dentro del marco de referencia de la preferente atención política y geográfica en que se había constituido la región luego de la sublevación de Tupac Amaru.
El pase de la Intendencia de Puno del Virreinato de Buenos Aires al del Perú también se debe entender en relación al fortalecimiento del área determinada asimismo por la creación de la Audiencia del Cusco en 1787.
Dentro de esta perspectiva no puede extrañar que existan planes como el de 1801 presentado por Francisco Carrascón y Sola (uno de los futuros revolucionarios de 1814) racionero de la Catedral de Cusco (28). En el mismo se propiciaba la creación de un nuevo virreinato con sede en Puno; independiente de Lima y Buenos Aires; y que abarcaría el Obispado de Cusco y de La Paz; las Intendencias de Potosí y Cochabamba, el arzobispado de Charcas y los Obispados de Santa Cruz de la Sierra y de Arequipa e inclusive preveía el traslado de la Audiencia de Cusco a Puno, como se ha mencionado.
La Intendencia de Manuel Quimper (1806-1814) presentó facetas contradictorias pues, si bien realizó obras públicas en Puno, se caracterizó por suscitar frecuentes conflictos con los pobladores lo que hizo más fácil su derrocamiento en la sublevación de Pumacahua en 1814.
Un impreso que le atribuimos pues coincide con las iniciales de la dedicatoria, trae una interesantísima descripción de Puno que, aunque fue editada en 1822, debemos fechar varios años antes (29). Quimper relata que Puno contaba con 200 casas «entre grandes y pequeñas y en sus intermedios accesorias que sirven de habitación al común del pueblo y en las que muchos de ellos siguen un infeliz comercio de comestibles y varias bujerías para su diaria subsistencia porque sus fondos no permiten más».
«En un ángulo contiguo a la Iglesia se hallan situadas las Cajas Nacionales ahora formadas de adobe y sus techos de tijera y empajados, con cuya precaución se libran los habitantes de las aguas teniendo cuidado de refaccionarlas por trienio; y este modo de fábrica es el que se sigue en toda la Provincia; también tiene este edificio en Alto la Sala Capitular de Ayuntamiento, toda esta obra se debe al celo del Intendente González». El Cabildo debió pues realizarse entre 1807 y 1806 ya que José González Montoya ya fue Intendente anterior a Quimper.
Quimper relata «En este mismo lado y al medio de la calle se halla; frente a la pila, la cárcel. Enfrente a las Cajas se ubicó una casa de altos nueva del más poderoso de la Provincia Don Julián de los Ríos, del Real de Minas de San Antonio (de Esquilache), con almacén para rescatar y trocar las piñas de plata».
En el centro de la población corría un viaducto con 5 puentecitos y en el medio de la plaza había una pila «cuya agua abastece a toda la ciudad». Había en Puno 5 tambos o casas de posadas y una de postas y el total de vecinos se estimaba en 450. El trazado de la Villa era «de calles rectas y proporcionadas en su anchura, principalmente las que delimitaron de «la plaza a la parte de la laguna» y ahora (1815 aproximadamente) se «están haciendo 8 casas en lo mejor de la ciudad».
También son de importancia las descripciones de los templos, pero antes debemos hacer mención a su equipamiento comenzado luego de concluidas las portadas laterales. En rigor, se utiliza buena parte del antiguo conjunto de retablos e imágenes, aunque también la importancia creciente de la Matriz determina la realización de otras obras.
Así constatamos como el Maestro Sastre, Alberto Morales compuso en 1794 las casillas y ornamentos, mientras el Maestro Organero Vicente Agramont repara el instrumento y diversos plateros reparan o hacen nuevas piezas para el culto.
El altar neoclásico en la capilla lateral del crucero fue realizado por el Maestro estucador Pedro Arivilca en 1827 por encargo del Sacristan Tadeo Garate y su diseño hizo escuela en la región pues otros similares pueden encontrarse en Pucara y en Pupuja (este en piedra).
Quimper describe la Matriz de esta manera: «La Plaza Mayor es dominada por un magnífico templo de piedra cenizosa y suave para su labranza formado en grandes cimientos y robustas y graciosas pilastras de construcción sencilla, con solo el adorno de simples cornisas que dan armonía a la gran bóveda del mismo material con una famosa cúpula o media naranja que sigue igual orden. Las torres formadas en las extremidades del pórtico columnar no corresponden a su magnificencia aunque grandiosa de modo que es te, admirab1e (por serlo en este punto) pudiera ser metrópoli de un Obispado pues está formado con tal arte que pareciese tuvo presente podría en algún tiempo servir de Catedral«.
«El atrio o cementerio es de lo más gracioso de la Provincia y acaso de las contiguas; bien que el Marqués de Casa Hermosa que dirigió la obra procuró que correspondiera a lo magnífico del templo; se cuentan hasta llegar desde la plaza a su elevación 15 escalones o pasos de igual piedra y se halla enlosado por todo el frente y lo anterior de la Iglesia, adornando el cuadrilongo que forma, enlazando pirámides que hacen más armonioso todo el edificio«.
Con respecto al otro templo (San Juan Bautista) Quimper confirma que es el más antiguo y está dedicado a los indios aunque es un gran galpón de 60 a 70 varas y «este regularmente adornado (lo que le falta a la de la Villa) y bien tejado«.
El mismo Gobernador Intendente Quimper le «formó una plaza perfectamente cuadrada delante de esta Iglesia por hallarse en pampa – rasa, estimulando a los vecinos a su fábrica y población con dos casas que levanté en ella y en el día esta ahijado este templo con la agradable vista de la bien nucleada casa.
La Independencia luego de Ayacucho trajo aparejados cambios políticos – administrativos. Por decreto de Bolívar del 7 de Agosto de 1827 se incorporaron al obispado del Cusco las Provincias de Chucuito y Huancané y se fundó el Colegio de Ciencias y Artes de Puno que se financiaría con los diezmos de estas Provincias (30). A raíz de estas medidas tomó nuevamente auge el proyecto de creación del Obispado de Puno al cual ya hemos hecho mención en la introducción.
La fundación del Colegio fue reiterada el 29 de marzo de 1828 en que se dispuso llevase el nombre de San Carlos, pero recién comenzó a funcionar el 16 de abril de 1830 como Colegio de Ciencias Matemáticas bajo la dirección de Mariano Andía (31). A consecuencia de la guerra con Bolívia, fue clausurado en 1841 pero un lustro más tarde el Prefecto General Alejandro Deustua inició la construcción del nuevo edificio.
Según Regal el proyecto fue de Juan Espinosa quien trazó los planos «inspirados en la distribución de la Penitenciaria de Lima» y las obras se inauguraron el 2 de febrero de 1851 (32). También en 1827 el Gobierno manifiesta la intención de fundar en Puno un Colegio de Misiones (del que se venía tratando desde el siglo XVII) con el objeto de emprender la reducción de los salvajes e inclusive se solicitan religiosos, pero todo quedará en papeles (33).
En cuanto al templo también se producen modificaciones. En 1829 el Mariscal Gamarra, a la sazón Prefecto, hizo colocar un reloj en la torre norte de la Matriz. Posteriormente en 1838 el Prefecto Domingo Infantes y el cura Matías Alday donaron una campana para la torre.
En el año 1841 se produce un serio conflicto cuando el Prefecto afirma que «la puerta principal de la Casa de Gobierno y casi todo el frente participan de la oscuridad y vista defectuosa por la sombra de los toscos y negros pilastrones del cementerio de la Iglesia Matriz«, y dispone «se despeje el frente de la Casa de Gobierno quitando aquellos dando mejor vista y simetría a la Plaza y a la misma Iglesia” (34).
A raíz de la queja del Obispo, el Presidente del Consejo de Estado indicó al Prefecto que no tomara medidas inconsultas, pero ya este Prefecto «paisajista» había demolido uno de los mejores atrios del Collao (35).
Aún meses después el Obispo Eugenio Martínez se queja de que siguen demoliendo el cementerio de la Matriz y que las piedras labradas o brutas se vendieron al Intendente de Policía Evaristo Encinas (36).
También informa el Obispo que estaba previsto vender “algunos retazos del cementerio de San Juan y una parte de arco de la calle colateral a dicho cementerio» y que se destinaría su producto a los imperiosos gastos que demanda el templo de San Juan que “amenaza ruinas y su total desplome«. Los terrenos fueron adquiridos fundamentalmente por Pedro Torres y con su producido se reparó el templo e hizo un estribo (37).
La villa de San Carlos de Puno tomó renovado impulso edilicio bajo el Gobierno del Prefecto Alejandro Deústua. Además del edificio del colegio San Carlos, erigió el arco conmemorativo a los héroes de Junín y Ayacucho con su hemiciclo y realizó diversas obras públicas y reparaciones de calles y acequias.
En 1856 se colocaron pilas de aguas frente a los templos por el Prefecto Miguel Garcés quien también propulsó la creación de la Universidad para la enseñanza de Teología, Jurisprudencia, Medicina Filosofías y Letras, Matemáticas y Ciencias Naturales que, creada el 29 de agosto de ese año, tuvo precaria vida.
Estas obras -de por sí importantes para el poblado- no eran valoradas por los viajeros. Así Squier describe Puno en 1863 como «un lugar triste y de casas bajas cubiertas de paja y calles heladas por las que se deslizan llamas silenciosas e indios igualmente callados, con trajes también sombríos como las yermas colinas que rodean la ciudad y cortan la vista en todas direcciones, salvo hacia el lago» (38).
La creación del Obispado de Puno y la toma efectiva de posesión por el Obispo Juan Ambrosio Huerta en 1867 significó la jerarquización de su Matriz «hecha para Catedral».
También esto significó el cambio de gusto arquitectónico. El templo de San Juan Bautista fue el primero en sufrir los embates cuando en 1886 le hicieron «un frontis con estilo ojival». A la Matriz le hicieron un nuevo retablo de Altar Mayor en 1871-1878 remitiendo el antiguo a la parroquial de San Taraco. También se adquirió en Inglaterra un nuevo órgano que armó el Presbítero Francisco Bonatti (39).
Otras obras realizadas en la Catedral fueron la reparación de las bóvedas con cemento romano (1881), la nueva pavimentación del Presbiterio y Sacristía (1879) y las tareas emprendidas por Federico Jones quien «renovó las piedras de las puertas de la Catedral» y reparó el templo (4O).
En 1882 Arcadio Antequera arregló el órgano y a fines de siglo se decidió entablonar el piso, trasladar el coro al Presbiterio y colocar mamparas en las puertas (1896) (41). El Maestro Carpintero Carpió hizo el nuevo pulpito en 1902 y a raíz del incendio del Altar Mayor en 1933, el Arquitecto Emilio Harth-Terre diseñó uno nuevo que hoy se encuentra colocado en la Catedral y que fue «inspirado en el imafronte principal» (42).
El antiguo templo colonial de San Juan luego de recibir su fachada gótica fue objeto de nuevas transformaciones por parte de una Junta Reconstructora que presidía Agustín Tovar, En 1890 el Maestro Aquilino Cappelletti había hecho obras y continuaba «hasta el estado de recibir el techo que se crea más conveniente» y se colocará calamina (zinc) es mismo año. Finalmente, en 1900 el Maestro carpintero Cayetano Arenas hará las puertas del templo y se hará la renovación interior que hoy presenta (43).
(*) Artículo de: Ramón Gutiérrez, et alt. (1978). La Fundación de Puno y su templo matriz. En Arquitectura del Altiplano Peruano. Ed. Universidad Nacional del Nordeste. Argentina, 1978, página 170.
NOTAS
- CUENTAS ORMAECHEA, Enrique. Basílica Menor de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Puno. 1964.
- LEVILLIER. Roberto. Gobernantes del Perú – Tomo IX. Pueyo. Madrid. 1925. Relación de Reynos y Provincias del Perú.Virrey Martín Enríquez, 1583.
- ENCINAS, José Antonio. Historia de la fundación de Puno. Tip. Fournier – Puno – 1924.
- TORRES LUNA, Alfonso. Puno Histórico. 1968.
- CUENTAS ORMAECHEA, Enrique. Apuntes para la Historia de Puno- Puno 1970.
- Archivo General de Indias (AGI). Sección V. Audiencia de Charcas – Legajo 138. Informe del Conde Lemos 12 de abril de 1669.
- MESA, José de. Informe Catedral de Puno . Antecedentes históricos – Proyecto PER – 39 – Cusco, 1976.
- CANO, Washington. La Catedral de Puno. La Plata. 1952.
- AGI – Sección V. Audiencia de Lima. Legajo 1565. Informe del Obispo de La Paz. 15 de junio de 1762.
- JIMENEZ, Vicente. Apuntes geográficos del Departamento de Puno – Puno, 1924.
- AGNA. Sala IX, 6- 1 -6. Informe del 21 de julio de 1782.
- ROMERO, Emilio. Monografía del Departamento de Puno. Lima, 1928.
- APJ . Informe del Obispo Gregorio Francisco de Campos. 1 de julio de 1788.
- AGNA. Sala IX, 6-1-6. Nota del Teniente Gobernador. 19 de enero de 1789.
- VARGAS UGARTE, Rubén. Historia de la Iglesia en el Perú. Tomo V. Burgos, 1962.
- VARGAS UGARTE, Rubén. Itinerario por las Iglesias del Perú. Ed. Milla Batres. 1972.
- AGNA. Sala IX, 6-1-7. Nota del 10 de mayo de1793.
- AGNA. Sala IX, 6-2-1. Informe de 18 de marzo de 1794.
- AGNA. Sala IX, 5-6-6. Intendencia de La Paz. Nota del cabildo Eclesiástico. 11 de enero de 1797.
- AGNA. Sala IX, 6 – 2 – 1. Nota del 27 de junio de 1795.
- AGNA. Sala IX,6-2-2. Nota del 29 de febrero de 1796.
- AGI. Sección V. Audiencia de Buenos Aires – Legajo 10.
- ROMERO, Emilio. Monografía del Departamento de Puno. Lima. 1928.
- AGNA. Sala IX, 6-1-6 y 6-1-7. Notas del 1 de enero de 1791 y del 7 de mayo de 1 792.
- AGNA. Sala IX, 6 – 2 – 2. Nota del 12 de junio de 1796.
- AGNA – Sala IX, 6 – 2 – 4. Nota del 16 de agosto de 1791.
- Biblioteca Nacional Lima – Manuscrito N° F – 647. Tratado de fortificación.
- Nuevo plan que establece la perpetua tranquilidad del vasto imperio del Perú produce sumas ventajas a todos los dominios de S.M.
- Descripción sucinta y en globo de San Carlos de esta Provincia en el Reino del Perú. Madrid, Imprenta de E. Aguado. 1822.
- AAC – Decretos de Bolívar del 7 de agosto de 1825.
- FRISANCHO PINEDA, Ignacio. Esquema del desarrollo científico y tecnológico en el altiplano.
- REGAL, Alberto. Castilla constructor. Lima – 1927.
- AAC. Carta de J.M. de Pando. 23 de enero de 1827.
- AAC. Nota de Miguel Medina. 17 de mayo de 1841.
- AAC. Nota del 27 de mayo de 1841 .
- AAC. Archivador de Notas varias. Nota del Obispo Eugenio Martínez. 20 de noviembre de 1841.
- AAC. Notas del 10 de mayo y 20 de noviembre de 1841.
- SQUIER, George. Un viaje por tierras incaicas. La Paz – 1974. Una descripción similar puede verse en H.A. Wedell, Voyage dans le nord de la Bolivie. París. 1853.
- ROBLES RIQUELME, Enrique. Episcopologio de Puno. Puno. 1974.
- AOP. Libro de Caja de la Catedral de Puno. 1879 – 1881.
- AOP. Libro de Caja de la Catedral de Puno – 1882-1886.
- MARIATEGUI OLIVA, Ricardo. Catedral de Puno. Lima. 1951.
- AOP. Libro de la Junta Reconstructora del Templo de San Juan – 1890-1900.