Nuestro insigne puneño decía: “Una de las palabras más repetidas en el Perú por escritores, intelectuales, maestros y periodistas es la palabra Peruanidad”. Para Romero, la peruanidad no solo fue lo existente o nacido en el Perú, sino “lo que tiene raíz en nuestra historia y espacio”. Este pensamiento fue el sendero que vislumbró a lo largo de su existencia; ese amor por el lago Titicaca y los Kollas, propició la magna producción intelectual que hoy se le destaca y le permitió desempeñar, con honores, altos cargos públicos en servicio del país. Así pues, sin duda, “solo se ama lo que se conoce”.
En su obra “Perú por los senderos de América” (1959), enfatiza: “El Perú de ayer, está vivo en la altísima meseta. El Perú de hoy con sus conquistas de orden espiritual y técnico, con sus siglos de historia asimilada y realizada… tienen que llegar a las riberas del Titicaca”. En consecuencia, para hacer posible esta visión, desde la península de Chucuito emprendió un periplo exitoso, en la ciudad lacustre estudió en el Centro Escolar 881 y el colegio San Carlos, fue miembro principal del grupo Bohemia Andina, escribió la obra teatral “la noche de San Juan”. En Arequipa, en la Universidad San Agustín estudió Ciencias y letras; y en Lima, en la Universidad San Marcos se tituló como abogado y doctor en Ciencias políticas y económicas.
El doctor Romero fue Historiador, geógrafo, ensayista, folklorista, político y diplomático. En 1928 inició su carrera docente universitaria en las aulas sanmarquinas, con las cátedras de “Geografía Económica del Perú” y “Geografía regional”, entre otras. También ocupó cargos políticos importantes, fue representante puneño en el congreso constituyente (1931 – 1936), senador por Puno (1945 – 1948), embajador en las repúblicas de Ecuador, Uruguay, México y Bolivia; Ministro de Hacienda y Comercio (1950 – 1952) y Ministro de Educación (1959 – 1960). Igualmente perteneció a numerosas e importantes instituciones peruanas y extranjeras.
Tuvo una magnífica y vasta producción bibliográfica, entre sus obras destacan: Monografía del Departamento de Puno (1928); Tres Ciudades del Perú: Arequipa, Cusco y Puno (1929); Geografía Económica del Perú (1930,1944 y 1966); El Descentralismo (1932); Los Balseros del Titicaca (1934); Historia Económica y Financiera del Perú (1937); Nuestra Tierra (1941); Geografía del Pacífico Sudamericano (México, 1947); Historia Económica del Perú (1949); Por el Norte: Ecuador (1955); Perú por los Senderos de América (México, 1955 y Lima 1959); El Santo de la Escoba: Fray Martin de Porras (1959); Reflexiones sobre la Educación Nacional (1959); Biografía de los Andes (1965); Regionalismo y Centralismo (1969); Memorias Apócrifas del General José Manuel de Goyeneche (1971) y Perú: una Nueva Geografía (1994).
Fue además autor de numerosas monografías y de decenas de ensayos y artículos publicados en prestigiosas revistas como; por ejemplo, Variedades y Peruanidad, así como autor de artículos de prensa que fueron apareciendo en periódicos de circulación nacional como El Comercio, La Prensa y Expreso. Del mismo modo, fue un asiduo colaborador en los diarios puneños como El Eco, El siglo y Los Andes, donde pueden leerse sus artículos, algunos de ellos bajo la firma de Pecopin.
Hombre perteneciente a una generación heroica – grupo Orkopata -, conocía como pocos la región de Puno, en una entrevista en 1988, decía: “moría de ganas de viajar por otras regiones del Perú para seguir adelante el ejemplo de Antonio Raimondi, pero más aún del peruano Mariano Eduardo de Rivero”. Sin embargo, realizó una labor invaluable bajo la consigna: “el estudio geográfico – económico de nuestro país, vendrá a darnos un aspecto nuevo, al mismo tiempo más humano de nuestra realidad nacional” (Geografía Económica del Perú, 1930).
Fue Romero, quien – entre otros intelectuales – proporcionaba conocimientos certeros del “otro Perú” profundo al amauta Mariátegui. “Mi día de visita era el mediodía de los miércoles. Mariátegui llegaba hasta la salita de recibo en su silla de ruedas y luego de los cordiales saludos me sometía a un interrogatorio minucioso sobre Puno, sus comunidades, sus costumbres, paisajes, hechos sociales anecdóticos, sociales, históricos y otros que se relacionaban con un plan que tenía en su mente para estudiar y recorrer el Perú a través de sus amigos de tan distintas regiones. Entrecerraba los ojos después de cada respuesta como si quisiera grabar en su memoria lo que estaba escuchando”.
Su prolija producción académica, en líneas generales se enmarca dentro de la Economía, la Geografía e Historia con gran sentido de pertinencia e identidad. Su aporte a grosso modo se interna en el conocimiento de la realidad nacional y la descentralización, con gran trasfondo y preocupación por la educación indígena. Aunque también destaca en la narrativa y con razón bautizado como el “padre de la narrativa puneña”. La regionalización del Perú que permitirá efectiva descentralización, propiciando de una vez por todas el real desarrollo del país, fue el principal ideal de nuestro multifacético escritor puneño.
Sobre el problema indígena en 1929, señalaba: Los indígenas a espaldas de la ciudad levantan sus propias escuelas. Ya no llevan en las espaldas el mugriento trapo llevan un almanaque, un cuaderno, un periódico…Ya no hay problema indígena, ellos que han sabido esperar por muchos siglos continúan de pie con la mirada fija en el futuro, como aquellos mallkus o águilas aimaras que miran de frente el sol, sin cerrar los ojos jamás. El problema indígena es para nosotros, perplejos ante la realidad, mientras ellos esperan tranquilos.
Romero Padilla llegó al Congreso de la República en 1931 junto a muchos provincianos brillantes en diversos campos y con la esperanza de hacer “peruanidad”, las mentalidades jóvenes habían creado tres partidos: El aprista, el Socialista y Descentralista; de este último Romero era un entusiasta adalid. Desde su curul, Emilio ansiaba “un país honrado, grande y libre” y consideraba que Lima “parecía una ciudad sin provincianos”, para cambiar esa situación era urgente la descentralización. Presentó un proyecto novedoso para su tiempo, aspiraba a crear doce regiones según sus afinidades geográficas, económicas e históricas, pero esta aspiración fue truncada por la dictadura del centralismo retrógrado y mayoritario.
En pleno siglo XXI, bajo las coyunturas de elecciones extraordinarias para el congreso, siempre queda una añoranza de tener dignos representantes por Puno, como lo fueron Juan Bustamante y Santiago Giraldo en el siglo XIX; José Antonio Encinas y Emilio Romero en el siglo XX, entre otros, figuras tutelares quienes desde la cima de los andes, dieron prestigio y relevancia nacional a Puno. Aguardamos bajo la herencia y pertinencia cultural de estos intelectuales, que Puno, merece un mejor porvenir, como dijo el maestro Romero “con una canción de vida y de esperanza en los labios”, siempre recordando que “para subsistir en el futuro no debemos ignorar el destino de los demás”.
Tomado de Diario Los Andes 5 de Enero 2020.