Presentación del segundo número de Altiplania
Desde los lejanos tiempos de la instauración de la fecha de inicio de cada Año Nuevo, esto es, desde 1582 por decisión del papa Gregorio XIII hasta la fecha, la sociedad mundial, en su gran parte, celebra el comienzo de otros 365 días que demora la traslación del planeta Tierra alrededor del sol.
El 1 de enero que ha empezado recientemente, es una fecha cuyo festejo reviste virtualmente carácter universal, y nuestro país no es una excepción ya que las celebraciones cubren el territorio nacional con actividades sociales similares pero también particularizadas de región a región.
Hay, por cierto, diversas posturas frente al año nuevo. Desde la algarabía que experimentan ciertas personas y grupos sociales por su advenimiento, hasta el restarle importancia e incluso rechazarlo. De una u otra forma, si es que hay -y sino no hay debe haberla- una oportunidad para reflexionar sobre lo andado y por andar, ese es o puede ser justamente, el comienzo de un nuevo año.
En el caso del ámbito humano y físico sobre el cual reside las preocupaciones de quienes integramos la plana de hacedores de esta publicación, que por eso se identifica indubitablemente con el nombre de ALTIPLANIA, nuestras reflexiones no podrán dejar de incidir en lo que ha ocurrido y en lo que debería ocurrir respecto al gran propósito común consciente o inconsciente de la clase política y de la sociedad civil de la región puneña: construir el bien común en seno mismo de nuestro pueblo. Esa línea puede encontrarse en el material que ahora publicamos.
El quehacer político social que se venía procesando con altibajos en dirección al gran propósito ante mencionado, fue interrumpido con la configuración de la principal problemática que encara nuestro Perú en la actual coyuntura histórica. Ella es sin duda alguna esa nueva enfermedad infecciosa conocida como COVID-19 que ha llegado hasta amenazar la vida de la humanidad.
Entre muchos de sus nocivos efectos están los cambios profundos operados en la economía mundial y nacional, lo cual ha generado el trastrocamiento de la escuela de vida a la que estábamos acostumbrados en el Perú.
Y también en Puno, obviamente, donde la amenaza a la seguridad y a la vida de las mayorías campesinas no ha llegado a su fin pese a las batallas libradas por los entes encargados de combatir el maléfico virus. Las dificultades de diverso orden persisten y la normalidad de las anteriores realidades en lo económico, social y cultural ha sido alterada al producirse obligados cambios en la rutina cotidiana de la gente. Permítasenos creer, que tales cambios afortunadamente no han afectado sensiblemente las esencias de la vida puneña, de la que estamos siempre orgullosos.
Nos queda acometer el nuevo año con confianza en que los cambios que el mundo y nuestro país experimentan signifiquen finalmente logros positivos para nuestro propio destino.
Que los seguidores, lectores y visitantes de nuestras plataformas, logren los mejores deseos que tenemos para ellos.
Que cada día del año 2022 sea el mejor día del año para todos.